Cada vez que un periodista es protagonista de una noticia negativa en otra disciplina pública diferente al ejercicio periodístico, siempre resoplo aliviado, ya que al menos la profesión no tiene que pasar el mal trago de asumir la incompetencia o ilegalidad de uno de los suyos. Sé que es un consuelo bastante pueril y que peca de cierto egoísmo corporativo, pero ya que va a liarla, que lo haga en otro sector. Bastantes sinvergüenzas tenemos ya dentro pisoteando y ultrajando el código deontológico de la profesión, por lo que, si podemos quitarnos algún lastre de encima, pues bienvenido sea.
Ahora que está de actualidad el doble Grado en Periodismo y Fontanería, sería interesante que el gurú de Tezanos impulsara una encuesta para conocer en qué sectores los periodistas ejercemos de intrusos y a la inversa, aunque esta segunda pregunta quizás carezca de sentido, porque, visto lo visto, cualquiera independientemente de su formación o imbecilidad, se autoproclama periodista. Soy un tipo humilde y sé que no puedo optar al impoluto porcentaje de acierto de Tezanos, pero me la voy a jugar. Si tuviera que decir el destino elegido por no pocos periodistas para ganarse la vida, diría la política. El motivo sea quizás estar tan cerca de ella y sentirse atraídos por la erótica del Poder.
Hace unos días, cuando entrevistaba al fotoperiodista Mauricio Peña con motivo de su jubilación tras cuatro décadas, me decía que el periodismo se había ido al traste cuando los periodistas comenzaron a meterse en política y los políticos empezaron a dirigir medios de comunicación y a jugar a ser periodistas. Y no le falta razón. Es curioso, pero son bastantes los viajeros del puente aéreo que une el periodismo y la política. Algunos de los usuarios más conocidos de este viaje son, por ejemplo, Isabel Díaz Ayuso, Carles Puigdemont, Andoni Ortúzar, Máxim Huerta o Miguel Ángel Oliver. Y si alzamos la vista más allá de nuestras fronteras, podemos mencionar al ex primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson. No seré yo quien juzgue su papel más o menos acertado en sus quehaceres fuera del periodismo, pero que cada uno valore, según sus propios criterios, quién ha ganado y perdido con su elección: el periodismo o la política.
Eso sí, dentro del intrusismo protagonizado por los ‘plumillas’ también hay clases y clases. Y si no, que se lo digan a esa joven presentadora de TVE que cambió el micrófono por el cetro real. El caso de Leire y Letizia demuestra que, si algo caracteriza a los periodistas, es nuestra polivalencia: lo mismo nos dedicamos a desatascar tuberías políticas que a pasear por el Palacio de la Zarzuela.