Si hay algo que nos caracteriza en España, es la polarización que se ha instalado en la vida ciudadana. Agruparse en un determinado ámbito ideológico es habitual. Resulta más cómodo dejar que otros piensen por ti, que hacerlo por ti mismo. Te proveen de un vocabulario estéril y unas posturas para que hables como con conocimiento.
Elige a quién quieres más: a Sánchez o a Feijoo (aunque las diferencias sean mínimas). Te vacunaste del covid o no. Y qué me dices sobre el cambio climático. Entonces eres negacionista o bien favorable. También está si hay que devolver al campo a los labradores o dejarlo baldío como un erial para que las alimañas campen. Idem sobre la Vuelta Ciclista que ha devenido, obsesivamente, en problema de la cuestión entre el estado de Israel o los terroristas de Hamas. Hay que ser miserables. Incluso ha llegado a convertirse en problema de Estado, con el berrinche de Sánchez, su ministra Belarra y otros. Abundando, Sánchez no ha dudado en complicar la situación y sin pestañear, amenaza gravemente a Netanyahu. Es como la fábula de Pedro y el lobo.
No estamos para perder amigos. EEUU nos margina y va a la caza de Zapatero por sus implicaciones con Maduro. Lo de Israel nos enemista con Gran Bretaña, aunque nos acerca a Irlanda. Y en cuanto a Europa, en la UE somos un cero a la izquierda. Por no decir el hazmerreir.
Es raro ver cómo un presidente que hasta ahora básicamente ha ido contra la democracia, la gente que le aclama (como ya sabemos), contra Valencia, los enfermos, los viajeros, el comercio o los jueces... se pone farruco respecto a un estado que siendo más pequeño, nos supera ampliamente. Por otra parte Israel es la única democracia, desde el Mar de la China hasta Marruecos. O el estrecho de Bering.
Si la cosa no fuera trágica por las consecuencias que puede acarrear, confieso que al escuchar las amenazas del sátrapa, me vino a la mente la película “Sopa de Ganso” y a Groucho avisando: “¡Es la guerra...! y “¡Más madera!”. Hasta que el tren queda tan maltrecho como los que gestiona Oscar Puente. Las amenazas, además de innecesarias, han sido desproporcionadas. ¿Cómo se puede decir que, carecemos de armamento, de petróleo y de un arma nuclear, para facilitar de un plumazo el trabajo a los terroristas?
Pero si decide seguir este descabellado plan bélico -”volveremos a intentarlo”- hay que echarse a temblar porque lo tiene muy fácil: Que mande a Robles y a Yolanda (bastante desocupada tras el fracaso de su ley) que, con sendos velos y respeto, se presenten ante Alí Jamenei y le pidan el arma nuclear que, siendo para atacar a Israel, les saldrá gratis. Todo vale, incluso una guerra para crear una cortina de humo a fin de que no se hable de los asuntos turbios que le asedian.