07/12/2022
 Actualizado a 07/12/2022
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Ya no cusa perplejidad el desbarajuste político en el que nada es lo que parece, ni hay atisbo de lo que el futuro nos depara. Un autoritarismo de decretos, imposiciones, maneras de vivir o de pensar que invaden la vida privada en todas sus facetas.

Y todo por un individuo que en mala hora llegó a lomos de la mentira, desde el primer momento. Cuando se postuló como doctor, con un plagio indecente. Por menos dimitieron destacados cargos políticos. Pero no eran españoles, sino europeos: el ministro de defensa de Merkel; el presidente húngaro Pal Schmitt y otros por cuestiones parecidas. Personas con la mínima decencia para reconocer sus errores. Pero una vez abierta la espita, el flujo de fraudes no ha cesado de manar.

Si hasta ahora el presidente ha campado por sus fueros es porque su falta de escrúpulos le ha llevado a atropar lo peor de lo peor: gente, ignorante, venal, con causas abiertas, sin más ambición que seguir en la pomada. Su actitud ante el gobierno es más de chantaje que de lealtad, como en la guerra de Ucrania. Sin reacción alguna por parte de Sánchez. Él les paga y ellos tragan. Es como aquello de «dame pan y llámame perro».

Pero si ha llegado tan lejos no es tanto por sus méritos, como por la debilidad de la oposición, enredada en sus guerras pírricas. Es preocupante la tibieza de Feijoo que, recuerda a su antecesor, el flojo Rajoy. El actual líder de la oposición no parece enterarse del peligro que tiene delante y espera que el tiempo lo decida. Pero cada día que pasa, son largas para llevar a cabo un desatino mayor. Algo se estará fraguando Sánchez para el batacazo en las próximas municipales. ¿Quién pensaba que en la abolición del delito de sedición? ¿O poner a los violadores en la calle?

Volviendo a Feijoo, a poco que lo piense debiera reconocerse en Vox. Hasta hace poco éstos eran simpatizantes del PP, desencantados por la inoperancia de la era Rajoy. Algunos con una larga militancia a sus espaldas.

Tocata y fuga: Hace poco vimos a Sánchez erigirse en jefe de la Internacional Socialista. Una institución de escaso valor e influencia. Algunos ilusos pensaron que podría ser el nicho definitivo para cuando el presidente se caiga del caballo; pero en su soberbia, ni le sirve el afecto de los suyos, ni el odio que suscita, porque aspira a mayores cuotas de poder. Una política suicida y errática para un país que merece algo mejor. Aún tiene pendiente –con los podemitas, separatistas y exterroristas– el asalto a la monarquía, su máxima ambición. Y a la oposición, «mover ficha».
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