Maximino Cañón 2

Más sobre el tren de Matallana y aledaños

19/09/2023
 Actualizado a 19/09/2023
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Con el paso de los años se te aceleran los recuerdos pensando en que esos que has vivido ya no volverán. En cualquier caso nadie puede impedir, salvo por problemas de memoria insalvables, que uno se siga recreando en ellos como si nada hubiera quedado en el olvido, formando parte de lo vivido desde que uno tenía uso de razón, o eso te parecía, hasta nuestros días.

El caso es que cuando uno tiene la suerte de vivir los años en un buen estado y te encuentras con amigos de esos que desde la niñez has seguido viendo, no puedes por menos que enzarzarte en el pasado como si eso te trasladara a tiempos pretéritos.

Te parece mentira observar como, lo que antaño fue el refugio de furtivas andanzas, hoy forma parte de lo denominado «nuevo mobiliario urbano» ocultando muchos de nuestros recuerdos.

Casi todos los días cuando paso por delante de lo que, en otro tiempo, fue la estación de Matallana, o el ferrocarril de La Robla. Hoy se están llevando a cabo obras con el fin (eso creo) de dar un mejor servicio allí por donde pase. No olvido las dos viviendas que albergaban la parte alta de la estación, una para el Jefe de Estación y la otra para el Factor autorizado que hacía las veces de subjefe.

Como es lógico, cada vez van (o vamos) quedando menos de los que vivieron aquellos tiempos en que el mencionado ferrocarril tenía un protagonismo inusitado, por el servicio que prestó gozando del afecto de los muchos usuarios que, diariamente, se sirvieron del él. Entonces los coches sólo estaban al alcance de una minoría, y los muchos lecheros que diariamente se desplazaban a León ciudad con sus cántaras de leche, antes de que dicho servicio fuera prohibido por razones de higiene, para atender a la clientela con familiaridad, lo hacían por este medio.

Como siempre se dice cuando algo es sustituido y mejorado: «Si aquellos ferroviarios de vía estrecha, pero de corazón ancho» levantaran la cabeza y vieran como a menor número de viajeros, mucho mejores son las instalaciones actuales, se quedarían sorprendidos por lo que aquel ferrocarril supuso para los habitantes de la ribera del Torio y parte de la montaña con los pocos medios que podía aportar.

Por ello, cuando veo las mejoras que se están llevando a cabo en la citada estación, creo volver a ver aquellas gentes que, día a día, se deslazaban a la capital para vender sus productos después de superar las ‘minis aduanas’ de Consumos y Fielatos, instaladas en cada entrada a la ciudad. Para los que por edad no lo conocieron, y como recuerdo para los que sí, ello consistía en efectuar un pago por la carne, leche, huevos, mantequilla, truchas etc, que se introducían en León ciudad, no sin originar continuos altercados entre los ‘consumeros municipales’ (que ninguna culpa tenían al cumplir con su obligación) y los portadores de los citados artículos. Eran tiempos en los que se pagaba por casi todo a pesar del poco dinero en metálico de que se disponía.

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