26/12/2021
 Actualizado a 26/12/2021
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El año que nací, 1944, murió en Londres, el escritor y periodista Manuel Chaves Nogales, uno de los escritores españoles contemporáneos que más me han impresionado. Mi primera lectura fue «Juan Belmonte, matador de toros» (1935), en la que Chaves Nogales, simulando recoger la voz de Belmonte, dio forma deliciosa y perdurable a los recuerdos del genial artista de los cosos taurinos que había revolucionado el arte de torear. Nada tiene que ver no ser aficionado a los toros, como es mi caso, para deleitarse con este texto.

El compendio de nueve relatos, manojo de historias conmovedoras con el título de ‘A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires’, fue mi segunda lectura, y tampoco albergo duda de que sea la gran obra maestra sobre la guerra civil en forma de relatos, porque es el libro que de una manera imparcial refleja el horror y el sinsentido; el que de manera más rigurosa e inolvidable logra trasladar los violentos ajustes de cuentas, rencor profundo, miseria y vileza que fue nuestra última guerra civil. Chaves Nogales llegó a la conclusión que el futuro vencedor emergente de las trincheras sería irremediablemente un caudillo comunista o fascista asentado sobre un gran charco de sangre. Hastiado por la estupidez y la crueldad, fracasado por la imposibilidad de una tercera España democrática y liberal, y contraído méritos suficientes para haber sido fusilado por los (h)unos y por los (p)otros, Chaves Nogales abandonó su puesto de director de ‘Ahora’ y se expatrió a París, «donde caen todos los residuos de la humanidad que la monstruosa edificación de los Estados totalitarios va dejando». En su residencia parisina fue sorprendido por la ocupación nazi. Bajo la amenaza de ser detenido por la Gestapo, consiguió trasladarse a Inglaterra instalándose en Londres, donde acabó muriendo de una peritonitis a la temprana edad de 47 años: «Me fui cuando tuve la íntima convicción de que todo estaba perdido y ya no había nada que salvar, cuando el terror no me dejaba vivir y la sangre me ahogaba. En mi deserción pesaba tanto la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid, como la que vertían los aviones de Franco, asesinando mujeres y niños inocentes. Y tanto más miedo tenía a la barbarie de los moros, los bandidos del Tercio y los asesinos de la Falange, que a la de los analfabetos anarquistas y comunistas».

Previamente, Chaves Nogales había escrito ‘El maestro Juan Martínez que estaba allí’ (1934), mi tercera lectura, una mezcla de aventuras con pinceladas picarescas y de documento histórico de primera mano sobre los acontecimientos ocurridos en Rusia alrededor de 1917. Con la excusa de una urdimbre literaria, no exenta de cierta dosis de comicidad, el hábil e inciso reportero se adentra en un fenómeno universal de gran repercusión, como la revolución bolchevique, a través de dos personajes rocambolescos: un bailarín de flamenco nacido en Burgos y su inseparable compañera de correrías. «Casi todos los chequistas eran hombres que decidían inapelablemente sobre la vida y la muerte de millares de ciudadanos. Las ejecuciones eran diarias. Pero en Odessa a los condenados a muerte no se les fusilaba, sino que desde el barco ‘Almás’, en el que estaban prisioneros, se les arrojaba al mar vivos y con una piedra atada al cuello o a una pierna. Oí contar un día en el café que un buzo, sumergido hasta el fondo de la bahía para hacer una exploración,encontró allí un verdadero bosque de ahogados que flotaban hinchados como globos a la altura que el largo de la cuerda les permitía».
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