Todos los ámbitos de poder a lo largo de la Historia han generado elementos de prestigio propios, expresiones que les diferenciaban del pueblo y de otros centros de poder. En función de su capacidad, las producciones que nos han legado son más o menos espectaculares. León no fue una excepción. En cada momento sus propios próceres se quisieron diferenciar, dentro de las influencias de la época y de sus posibilidades.
De León surgió, de Sahagún, ese híbrido entre la forma medieval de construir aquí, el ‘luto et latere’ (barro y ladrillo), y las técnicas de los invasores franco-romanos del siglo XI. Trajo lo que derivó en un románico de aquí. En aquel ámbito de poder leonés surgió, más tarde, en el tardorrománico, otra forma de hacer portadas: llenas de figuras. Ciudad Rodrigo, Santiago de Compostela, Orense, Tuy, Toro… guardan en sus templos unas arquerías de entrada donde te recibía en pleno el consejo de administración del cielo.
Antes, cuando esta tierra ni siquiera se llamaba ‘León’ –porque sus reyes firmaban «de Gallaecia», aunque reinasen en la ciudad de Legio–, hubo otra forma de construir que casi nadie en Europa comprendió hasta hace poco. No tiene nada que ver con lo que edificaban en la misma época, el siglo X, en Francia, Alemania, Italia… Esa singularidad creció aquí en torno a aquellos reyes que aquí vivían y que lo apoyaban. Es un conjunto de edificios extraordinarios, llenos de arcos de herradura, incluso con cúpulas de gallones regulares, rarísimas en la época, en sus mejores ejemplares. Otra singularidad era su cabecera, cuadrada hacia el exterior y semicerrada hacia el interior, producto de un rito de la misa desconocido en Roma. Por eso, tanto en ese siglo como en el posterior, hubo patriarcas que indagaron para saber cuál era el rito de los hispanos de León y de Córdoba.
Esa extraordinaria historia permaneció oculta bajo mitos, pereza intelectual, desconocimiento de la que fue principal lengua de la Península: el árabe, y cierto seguidismo de lo que es fácil y parecido al resto de Europa. El patrimonio asombroso que nos dejó el prerrománico leonés, impregnado de un relato veraz, que no está escrito todavía, espera nuestra atención y mucha datación con carbono 14.
Hace pocos años que una humilde asociación, Aiprele, intenta convertirse en un foro de diálogo para profundizar en esa etapa y sus edificios: San Miguel de Escalada, Santiago de Peñalba, Palat del Rey, Santo Tomás de las Ollas, San Cebrián de Mazote, Santa María de Lebeña, San Miguel de Celanova... constituyen un viaje apasionante por la Historia y el patrimonio de cuando los leoneses aún éramos de la Terra de Foras.