Para los aficionados a la Historia la indagación permite descubrir que hay boquetes en los relatos oficiales (porque suele haber varios), que admitirían otras hipótesis o que, directamente, se ven superados por los nuevos hallazgos. León, Cisasturia, la Terra de Foras es un territorio con sobresaliente papel en los últimos dos milenios, uno más de esos lugares, con sorpresas que cambian su relato histórico.
Más allá de las pugnas del academicismo, cuando se intenta saber qué pasó realmente, se encuentra terreno abonado para redescubrir lo que nos enseñaron o explicaron de otra manera. Esto no implica entrar a debate alguno, si no conocer por qué somos como somos.
León fue un lugar central de los reinos cristianos durante más de tres siglos. Sin embargo, se apoda con superlativos a reyes que tributaban a otros superiores. El Reino de Córdoba, o Califato, si lo prefieren, tenía una capital con más de medio millón de habitantes en el siglo X. Es decir, la ciudad tenía tantos pobladores como todo el Reino de León, cosa que no resta un ápice de valor a éste. Además, bajo el poder cordobés había ciudades inimaginables en el León medieval: Sevilla, Valencia, Toledo, Zaragoza. Legio era un núcleo de poder capaz de crear su propio arte, el prerrománico leonés, pero observado desde Córdoba, donde se ubicaba la principal ciudad de Europa en ese momento, por encima de la arruinada Roma.
En León no se acuñó moneda, que sepamos, hasta Alfonso VI, en la segunda mitad del siglo XI. Los hispanos de Córdoba siempre tuvieron moneda propia. Las implicaciones económicas abren un abismo entre el desarrollo de la sociedad leonesa del momento -o el resto de europeas- y la andalusí. Eso contribuye a revalorizar esa fuerte personalidad norteña que identifica a esta colectividad. Primero como ástures, luego como asturgalaicos romanizados, después como levantiscos ástures con los visigodos, más tarde resistiendo al califato, uno de los constructores de España, después a los cismáticos francos, católicos romanos, y así hasta hoy contra las élites castellanas que ordeñan nuestra economía: la Junta.
No obstante, fuimos tierra de acogida. Llegó Roma y se crearon cohortes de guerreros ástures; cuando los suevos se asimilaron, se convirtió en la resistente frontera de su reino; miles de bereberes, mayoritariamente cristianos, llegaron del califato para mezclarse con los hispanovisigodos; más tarde fundaron Alcuetas, Almázcara, Almuzara, Benavides o Almanza. León recibe mal a los invasores, pero acoge a los que se asimilan, que acaban siendo tan leoneses como los oriundos. Es una personalidad histórica colectiva que sigue en pie.