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León 14 - Valladolid 0

11/05/2025
 Actualizado a 11/05/2025
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Seguramente les habrá llegado el meme del contador de papas, que establece que hay 14 que se llaman León y ninguno que se llame Valladolid. Si es que sí y todavía obra en la memoria de su teléfono móvil, lo habrán difundido gustosos y a otra cosa. También está esa señal de la nacional 630 que establece la distancia a la Cuna del Parlamentarismo: ‘León 14’. Todo muy risas, todo muy celebrable.

También está la conexión de Robert Prevost con nuestra ciudad. Como bien se ha recordado, el nuevo vicediós (una expresión cuya sonoridad bien merece su recuperación) visitó estas latitudes, lo cual lo convierte en, prácticamente, leonés. Cualquiera que haya tenido un mínimo contacto con un agustino sentirá también esa proximidad. Ufanos, los discípulos del autor de ‘La ciudad de Dios’ no desaprovechan la oportunidad de destacar la filiación del vicecristo (algo menos rotunda en la boca, si me preguntan) y su red de lazos por aquí y por allá. El otro día andaban nuestros simpáticos compañeros de las ondas hertzianas haciendo entrevistas a los progenitores que llevan a su prole a algún colegio agustino. «Pues me parece bien», era la respuesta generalizada.

Por algún motivo, todo el mundo quiere hacer suyo este nuevo sumo pontífice. En Estados Unidos, por ser su lugar de nacimiento, y por aquello de aportar por primera vez un sucesor a la lista que inició San Pedro. Mas no les falta razón a los peruanos al arrogarse para sí a León XIV, debido a los numerosos años que éste vivió en el país andino, más concretamente en Chiclayo, localidad que dicen que es aquella donde mejor se come de allí, además de tener unas playas estupendas.

¿De dónde y de quién será León XIV? ¿A quién predicará? ¿Estará al lado de los más desfavorecidos? ¿Se meterá en mandangas políticas? Y, sobre todo, ¿para qué servirá? La caída generalizada de la religiosidad ha venido acompañada de un proceso de sustitución en el que el principal culto que se profesa hoy es al dinero y al poder. Si antiguamente se entendía la creencia en Dios como un universal que podría eliminar las diferencias entre todos los seres humanos, una ‘koiné’ a través de la cual todos nos podríamos entender, hoy esa ‘lingua franca’ ha pasado a ser el becerro de oro que, incrustado en nuestra psique, lleva esperando desde el Monte Sinaí para ocupar su lugar como rector de todos nuestros movimientos. Por lo pronto, nos dice que sigamos consumiendo ancho de banda con memes que exprimen la mínima ocasión para burlarse de los pucelanos.

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