06/10/2022
 Actualizado a 06/10/2022
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No sé seguro si ya os he comentado la épica frase que pronunció Javier García Prieto cuando presentó un ‘librín’ mío en una feria del libro. (Sí, hace dos semanas escribí que uno tiene una memoria elefantina, pero os confieso que fue una licencia estilística más que otra cosa). A lo que nos importa: aquel día, Javier dijo que «los causantes de la degeneración sin cuento que sufre la provincia son tres: los pantanos, la concentración parcelaria y el vino híbrido». Y se quedó tan ancho... Por supuesto que tiene, el bueno del expresidente de la Diputación, más razón que un santo. Como cuando le fue a pedir trabajo mi hermano ‘Canuto’ y él le espetó, ‘¡zas, en toda la boca!’, «Carlos, amigo, ni tú ni yo estamos ya para trabajar».

Digo que tiene más razón que un Santo porque los pantanos destrozaron algunos de los más ricos y hermosos valles de la montaña, consiguiendo que sus habitantes fueran de emigrantes en su tierra, perdiendo sus raíces, sus recuerdos y hasta los huesos de sus antepasados. Como es cierto que el vino híbrido (una maldición bíblica, del mismo calibre que las plagas de Egipto), destruyó el seso de una o dos generaciones de leoneses. Aparte de estar malo con cojones, te colocaba en un pis pas, al segundo o tercer vaso que te echabas al coleto. Nunca fue tan cierta como entonces la frase de mi querida Joana: «¡cómo se ponen las cabezas!» Pues sí, se ponen muy jodidas. Y el hígado, y los riñones, y la pituitaria... Ese brebaje nunca se debió sembrar; y menos permitir que se arrancaran cepas y más cepas de Prieto Picudo, para volver, con el paso del tiempo, a tener que ser de nuevo sembradas. Este es un ejemplo esclarecedor de cómo funciona la administración en política agraria. Y el otro ejemplo más sangrante es el cómo se han gestionado las distintas concentraciones parcelarias en esta provincia.

Hoy, con la excusa del aprovechamiento estricto del agua de nuestro primer problema provincial (los pantanos), se están iniciando los trámites para reconcentrar la parte alta del término de Vegas y de Villanueva y todo el territorio de San Cipriano, Moral, Villafruela y Secos. Este asunto es desagradable, porque costará un ojo de la cara a los propietarios, cuando acaban de pagar la anterior concentración o, algunos, todavía la están pagando. Todo este megaproyecto se está llevando a cabo hoy, año del Señor de 2022, cuando en los pueblos viven cuatro agricultores y un montón de jubilados. Los currelas del campo tienen a su disposición hectáreas y hectáreas de tierra, por la que pagan tan poco que no llega a los propietarios para abonar el agua del riego ni la contribución. Eso o se plantan verdaderas barbaridades de chopos. Pues, aun así, la Confederación Hidrográfica del Duero se empecina en llevar a cabo la reconcentración a toda costa.

Hablemos del agua... En la primavera de este año, el pantano del Porma estaba cerca del noventa por ciento de su capacidad. Cualquiera, con dos dedos de frente, sabía que este volumen de ocupación garantizaba los riegos de los próximos dos o tres años, aunque no lloviera ni una gota. Hoy, 3 de octubre, está al treinta por ciento. ¿Dónde han ido a parar los cientos de miles de litros de agua que faltan? ¿A las centrales hidroeléctricas?, ¿a los campos de golf?, (que, encima no tenemos), ¿a nuestros amigos portugueses? Escoged la respuesta que más os guste, da lo mismo. Uno sí recuerda que escribió aquí mismo que no es para nada solidario en este asunto del agua. Como leonés, me siento en el derecho de despilfarrar toda el agua que se me antoje. Me he ganado este derecho porque las administraciones han destruido las zonas más hermosas de esta provincia por la puta cara. El valle de Vegamián, dónde mi abuelo vendía bragas, sujetadores, medias, sábanas o cobertores, dónde reinaban las vacas y los caballos por todo su territorio, desapareció porque el General, un día, se levantó cachondo. Pero, en Riaño, no fue el General el que destruyó el valle: fueron los ‘demócratas’, con la excusa de llevar el progreso a pueblos de la provincia, (y de otras limítrofes), que vivían como dios sembrando trigo o cebada.

Estas administraciones, obtusas como ellas solas, son las que han animado a los labradores a que siembren maíz como si se acabase el mundo, hasta conseguir que León se parezca a Kansas o a Misuri. El maíz consume mucha agua, es verdad, y aquí se gasta tanta que hasta los que venden las semillas se admiran de cómo pueden tirar con lo que se las riega. Uno de ellos, francés, para más señas, comentó en Santa María del Páramo, (¡del Páramo!) que aquello no era arroz. Hablando del Páramo: mirad lo que significa esta palabra y os daréis cuenta del tamaño de la estupidez de los que quieren convertir un erial en un vergel a cualquier precio. Además, ¡para lo que sirve! Ya vendrá, ya, Europa para acabar de joderlo todo...

Salud y anarquía.
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