Alfonso Martínez color

‘La que se avecina’

05/06/2025
 Actualizado a 05/06/2025
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Siempre he sido más de ‘Aquí no hay quien viva’ que de ‘La que se avecina’. Quizá por aquello de que segundas partes nunca fueron buenas, pero mi peripecia vital y verbal se articula cada año en tener fuerzas para llegar primero a Eurovisión y luego al mensaje del rey en Navidad, como le ocurría a la inolvidable Concha, al tiempo que tampoco puedo dejar de emular al gran Mariano cada vez que veo por la calle a quienes algún día espero que paguen mi pensión: «¡Qué pena de juventud, cualquier día perdemos Melilla!».

Aunque es verdad que no tienen ellos la culpa. Ya solía decir don Lauro en clase –cuando quien suscribe era más feliz o tenía menos panza y más pelo– que de padres gatos, hijos misines, por lo que quizá seamos los que peinamos más canas quienes debamos reflexionar sobre el futuro que les vamos a legar en este nuestro terruño. ¿Qué queremos? ¿Qué León sea una tierra de oportunidades o un destino de puentes y vacaciones para quienes se ven empujados a hacer la maleta al día siguiente de acabar sus estudios?

El análisis de lo que ha venido ocurriendo en los últimos quince años nos lleva claramente a marcar la segunda opción, puesto que hablamos de un periodo en el que las inversiones han llegado a cuentagotas, con retraso y ante el miedo a que las urnas movieran demasiado los sillones y más de uno acabara con el culo en la moqueta. 

Y todo mientras el censo de esta tierra no queda a cero gracias exclusivamente a una llegada de extranjeros muy criticada por muchos señoritos autóctonos pese a que en realidad vienen a hacer los trabajos que ellos no quieren. 

Y todo mientras los considerados proyectos de futuro son más bien de pasado ante la indolencia de quienes los han desguazado o directamente los han metido en un cajón trancado con tres llaves. Me estoy refiriendo a los que hoy vienen a hacerse fotos con cara circunspecta mientras se reúnen con los sindicatos azucareros y a exigir a los de enfrente sin aportar solución alguna. Esos mismos que –unos por otros– han mandado la línea de Feve al guano o han hecho que la plataforma intermodal de Torneros del Bernesga lleve finalmente Pisuerga como apellido.

Y todo mientras a ellos se la sopla, porque están al lado de sus líderes en Madrid, aunque tendrán que acabar haciendo los mítines en una caja de cerillas porque ni siquiera sus militantes –los de la calle, no los que buscan un cargo o un puesto de trabajo de poco esfuerzo– les pueden ver.

Al igual que le ocurría a la pobre Belén en mi serie favorita, esa que sigo viendo cada noche, no tengo previsto traer más parados al mundo, pero el panorama que les queda a los que ya anden por aquí o a los que vengan en el futuro clama a la desolación, porque el paso de los años nos viene demostrando que, tristemente, aunque digamos que ‘Aquí no hay quien viva’, siempre puede ser peor ‘La que se avecina’.

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