El grueso de nuestros telediarios está lleno de sucesos. Y dentro de estos, aunque muy de tercera categoría, están los relacionados con las despedidas de soltero. Dan más la matraca los noticiarios que los propios despedidores de la soltería en el Ave Madrid-Málaga. Y de tanto darla se ha creado un clima de alarma social. ¡Tengan cuidado por ahí no vaya a ser que les toque participar en una de las retorcidas pruebas que se plantean a los casaderos! Diagnóstico: clásico síntoma de tiempos de bonanza (que nunca es para todos, claro, siempre ha habido clases).
Ciudades hasta el gorro de despedidas de soltero, nos dicen. Y no es cierto. Hay negocios que no las aceptan dentro y otros que sí, que se pirran por que entre el equipo de fútbol (diez jugadores de campo y el portero; adivina adivinanza quién apechuga como guardameta) y llenen de alegría el bar y de billetes la caja registradora.En León hay empresas que ofrecen el todo incluido. Te ponen una casa apartada de la civilización, en Puente Castro, llena de literas y barriles de cerveza. Te organizan una actividad lúdico-torturadora como el paintball, en Puente Villarente, de la que sales con tus buenos chichones y moratones. Y te sirven una cena en una discoteca reconvertida en taberna-establo, no en Puente sino en Caño, Santa Ana, con cecina de primero y carrillera de segundo y al postre ni llegas porque una drag queen bastante graciosa se regodea con los pezones como campurrianas de tu colega y eso invita al despiporre.
Gusten o no, este tipo de despedidas se están convirtiendo y sustituyendo a otras tantas tradiciones que precedían al evento boda. Hace años en algunos pueblos de León era típico echar el rastro: cubrir de paja el camino entre las casas del novio y la novia. Y esa tradición también provocaba desavenencias, si se llevaba a cabo en un pueblo que no la seguía, por ejemplo. Así le pasó a mi viejo que, queriendo hacer la gracia junto a un colega, echó el rastro para la boda del hijo de un vecino y sentó tan mal la cosa que el vecino los denunció y los guardias querían acusarles de terrorismo. Libraron gracias a que el cura, que era bastante enrollado, dijo que estaban con él haciendo recados en León a la hora del sembrado.Ahora se quiere multar por escándalo público y pedir daños y perjuicios por retrasos a los animalescos festejantes. Nada comparado con lo que se ofrecía en el calabozo de espíritu navegante cercano a Armunia del que libró mi padre hace cuarenta años. Allí había que escoger embarcación. No celda sino embarcación. Porque nombres de embarcación tenían los tres vergajos o pichas de toro que colgaban en el calabozo y entre los que daba a elegir el guardia justiciero que iba a emplear uno de ellos contra el lomo de los delincuentes. A ver, valientes, escoged: la Pinta, la Niña o la Santamaría.

La pinta, la niña o la Santamaría
22/07/2018
Actualizado a
18/09/2019
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