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La gurisma de las cosas

28/08/2022
 Actualizado a 28/08/2022
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Ahora que se nos murió Santos pues nos hemos quedado sin la razón que siempre tiene el paisanaje que ya lo vivió casi todo. O todo. Llámale sabiduría, llámale vejez, pero algo hay que ellos saben por dónde le entra el agua al coco y nosotros ni lo imaginamos.

Van al grano, que se decía antes, y el propio Santos tenía una frase que para sí quisiera Jesucristo y a él le sirvió para que fuera imposible encontrar otra palabra para definirlo que no fuera la de «buena persona». Decía él, «no es que yo sea bueno, es que no acabo de ver la razón para hacerle daño a nadie». Y así escribió páginas sin publicar como la que hoy cuenta Julio Llamazares en las páginas del suplemento de verano.

Pero es que todos llegan a una condición de filósofos de lo rural que no tiene fuga ni por lo bajero, que decía Angelillo. Llegan a viejos pero tienen su aquel, ¿o conoces un motivo más apropiado que el que mostraba Ricardo el teitador de Ancares para desembarcar en los 108? Explicaba él: «Ocurre que trabajé como un perro toda la vida de dios. Y la mía. Para poca cosa, pero ahora resulta que me pagan por comer y dormir, puntuales además, el día 1 de cada mes ¿Tú crees que yo ahora me voy a dejar morir así de cualquier manera? Ya te lo digo, conmigo que no cuenten al menos en otros 80 años.

Y casi lo cumple.

Sin embargo, los urbanos tienen otra gurisma para las cosas. Sin ir más lejos, que hay que volver y menudo precio tiene la gasolina. Aquel Michi Panero que vino a morir a Astorga tenía fama de ser de gente de prosapia y alabanciosos de natural. Sin embargo, me contaba en una entrevista la comezón que le producía andar y andar para finalmente fracasar.

Lo que sí hay que reconocerle es que lo explicaba bien cuando le decías que no parecía un fracasado. «Mira, soy un fracasado hasta de suicida. Un día desperté con una resaca multiorgánica, me dolía todo, y decidí que lo mejor era tirarme por la ventana de casa, que vivía en un octavo, pero había tenido una noche tan turbia que un amigo me llevó a su casa, que vivía en un bajo. Y resulta que me hice un esguince».

La verdad, menuda tragedia.
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