Es bastante frecuente recurrir a frases de personajes célebres para refrendar los argumentos con luz ajena. Del tipo «como dijo fulano...» y te sueltan un axioma para taparte la boca. Funciona con Groucho Marx: «Estos son mis principios...» El filósofo Schopenhauer: «En algunas partes del mundo hay monos. En Europa tenemos a los franceses». Pero el no va más es Einstein: «La energía ni se crea ni se destruye. Sólo se transforma». Aunque, el dueño de este postulado fuera Lavoisier, quien, en el siglo XVIII que le tocó vivir, fue guillotinado por los jacobinos.
No creo equivocarme si digo que el dinero –que todo lo compra– es la principal fuente de materia energética. Se malgasta, pero no se destruye. Cambia de aspecto. Viaja y de mano en mano va como ‘la falsa moneda’.
La codicia nos empuja a desear más. Aunque, para que unos ganen, otros tienen que perder. Las oportunidades ideales son la desgracia ajena o las grandes catástrofes: guerras y epidemias como la Corona Virus, que tanta gente sigue llevándose. Así, en la Posguerra, el estraperlo hizo que los desaprensivos amasaran grandes fortunas, a costa de los que sólo tenían una raquítica cartilla de racionamiento. En lugares devastados, como La Palma, los terremotos provocan grandes daños y, en consecuencia los constructores, prestamistas y especialistas, reparan los daños y de paso dan trabajo a la gente. Es duro decirlo, pero siempre fue así.
En cuanto a la enfermedad, las farmacéuticas, como garantes de la salud, siguen la práctica de premiar a los galenos por recetar sus productos. Desde el Vademecum, a un viaje a China, con derecho a curso de acupuntura. Esto no quiere decir que se recete por lucro, pues en cualquier caso, es en bien del enfermo. Se emite la receta; del médico al practicante y a esperar. Así era hasta hace poco.. Sin embargo, en estas campañas masivas, son los políticos; gobierno, alcaldes y autónomos (los de las autonomías) los que prescriben la vacunación. Y si nos prestamos a ellas, tan dócilmente es por el negocio del miedo.
Admitimos cualquier marca aunque luego admitan que no sirven. Pero hay que agotar las que ya se compraron: Pfizer (la de Viagra); Johnson (la del champú); Moderna y Novavax o la famosa Astra Zéneca que no era tan buena como se nos hizo creer.
Como decía, los médicos, reciben su comisión, más o menos grande. Pero no estoy tan seguro en lo referente a los políticos. Hace años que dejé de ser ingenuo –desde el primer desengaño amoroso– y ese recelo me lleva a calcular el flujo de dinero, en forma de comisiones, que puede estar circulando por los agentes implicados en la compra de vacunas, test y demás materiales. En algún momento, alguien se daría cuenta que era mejor comprar indumentaria que protegerse con bolsas de basura.
No es una práctica nueva. Ya vimos cómo, en algún momento todos los partidos se han salpicado de corrupción. Posiblemente, el ‘comisionista’ más sinvergüenza –por citar un único caso– fuera Jordi Puyol, que hizo escuela con las mordidas del tres por ciento en todas las operaciones fraguadas en Cataluña. Los hijos de... Ferrusola, sacaban dinero a espuertas, hasta la cercana Andorra la Vieja. A pesar de los años y las pruebas, ni siquiera se los ha juzgado. Pero no son un caso único. Tantos como viajes a Venezuela. Pero ya los conoceremos.
Hace dos mil años alguien dijo: «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra». Unos callan, otros silban o miran para atrás y otros se muerden la lengua.
Todavía estamos esperando.

La falsa moneda
19/01/2022
Actualizado a
19/01/2022
Comentarios
Guardar
Lo más leído