Hubo una época en la que cualquier pedo de Kanye West iba a misa. Recuerdo cuando salió el ‘Yeezus’ (2013), aquellos tiempos en los que a todo el mundo le parecía lo mejor del mundo que el rapero insultase a Taylor Swift o que soltase rimas de este palo: «Mira:/ Hay líderes/ y hay seguidores./ Pero prefiero ser un capullo/ que un mamador». Fue entonces cuando entrevisté a la Mala Rodríguez y ella, con los ojos haciendo chiribitas, me decía que le encantaría poder hacer un disco así, en medio del ojo del huracán de todo el cotilleo mundial, pero sin abandonar la vocación musical.
Ahora da igual lo que haga Kanye (Ye, ‘de iure’). No importa si saca un disco espectacular o una bazofia: él es lo peor. La persona a la que apuntar todos nuestros dardos. Lo curioso es que quienes más inquina destilan contra el rapero estadounidense son los que hace no tanto se postraban genuflexos ante la última parida del afroamericano.
¿Qué sucedió? La respuesta es sencilla: cambió la moda. Lo que antes era aplaudible ahora se convertía en intolerable. Como esa chaqueta con forro de borreguito que ‘petó’ en los 90 y en los 2010, pero no antes ni después, como si fuese un anatema. Igual que lo que sucedió con el fotógrafo Terry Richardson. Recuerdo (la palabra más repetida en esta columna, me van a tener que disculpar) cuando este individuo estaba en la cresta de la ola: Llegó a mis manos un catálogo de su obra reciente, en la que aparecía él, en un descanso de una sesión, con una chica saliendo de un cubo debasura norteamericano, de esos metálicos con tapa, con Terry sujetando dicha cubierta y la joven practicándole una felación. Me pareció una cosa horrible, pero me guardé la reflexión para mí, porque todas las revistas femeninas de la época encumbraban al director como el ‘summum’ de la modernidad. Igual que en su momento se aplaudió el porno como la manifestación más avanzada del arte.
Pero, ay, las modas cambian y lo que antaño era guay ahora no se puede ni tocar con un palo. Lo mismo se puede decir de Elon Musk. El que un día fue héroe de la industria con conciencia ecológica con sus coches eléctricos es hoy un ‘diabolo’ contra la libertad de expresión por hacerse con el control de Twitter. Pasará el tiempo y volverá a ser un millonario entrañable. O no.
Al final, es una cuestión de fobias y filias. Como todo. Pretender imbuir de racionalidad algo tan absurdo y tan antiguo como nuestros gustos y simpatías. Condenar al agujero o encumbrar según nos venga en gana. Atreverse a decir por qué sopla el viento donde sopla.

Kanye West
06/11/2022
Actualizado a
06/11/2022
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