Insomne castigo

03/06/2025
 Actualizado a 03/06/2025
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Ser insomne es el apellido de un estado de ánimo, de ese que resta sueño y suma vigilia sin saber por qué. Y cuanto más indagas en las causas más se enquista. El Bierzo lleva días sin pegar ojo, secuestrado por un sentimiento de congoja que se le ha enredado en el cuello y no le deja respirar esta enfermiza primavera. Con un infartado corazón que no palpita igual desde que se le ha pegado en las arterias un asesinato sin adjetivos. Y lo vimos casi en directo, pensando en maldecir la posibilidad de hacerlo. Lo vimos casi pidiendo a gritos que alguien mediara entre unos golpes certeros que iban a lo que iban, a quitar una vida. Un hombre se balanceaba a las once de la mañana por las calles de Bembibre. Tenía un objetivo marcado y una manera de conseguirlo. Sin ningún tipo de sigilo ni escondiendo las entrañas, enseñaba en la manos un arma indefinida. La había fabricado como un artesano que elabora una herramienta de muerte. No le era extraño odiar. Lo había hecho antes y eso de llegar a las manos era un peldaño que tenía más que superado. En modo asesino llegó a la plaza de Santa Bárbara a ejecutar y dio cuenta de ello. «Antes de pagarte te mato», escuchó alguien de su boca, como quien tiene que dejar por escrito una justificación de lo que jamás la tendría. Iba a matar y supo hacerlo, y prefirió hacerlo casi a mano alzada, como había construido su mortífera pistola. Con ella golpeó hasta morir a su víctima, en medio de una plaza con mil ojos que se dedicó más al relato que a abortar su reto. Hubo quien medió y se llevó el daño colateral que requería la misión. No importaba más que eliminar a quien le iba a sentar en el banquillo en unos días, por la insoportable vecindad que le regalaba el delincuente. La crueldad fue tal que no se pasa este insomnio aberrante, condenado casi a ser perpetuo. Porque el relato se dejó ver convirtiéndose casi en una película que ojalá ocupara el estadio de ficción. Hubo miles de reenvíos de vídeos que solo pensar en hacer construye la historia del que estaba detrás. Vídeos que se difundieron con la rapidez de la brusquedad en la violencia. Imágenes inmensamente duras que ni en palabras tienen reproducción sin lágrimas. Eso nos convierte en una generación deshumanizada, que ya no sabe dónde está la línea roja. Nos la hemos pasado por encima de sí misma. Sin empatía hacia alguien al que se le restaba el último aliento. Y el insomnio sigue al pensar en lo que nos hemos convertido. ¿Somos esos que paseaban al lado de un cadáver que nadie había tapado? Que nos destierren a no conciliar el sueño si nos hemos convertido en esos pies y manos que asumen ver así el desgarro de una vida, como si fuera en la gran pantalla. Y que todo lo que se pasa por ella deja de ser real, y de doler. Tal vez no podamos superar algo tan demencial y por eso la reacción inmediata haya sido la de asumir, mirar y grabar el escenario de un crimen. Pero su difusión al mundo...no quiero pensar en qué momento volverán a dormir bien algunos. 
 

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