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Inmortal en las palabras

08/10/2023
 Actualizado a 08/10/2023
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También vivimos en las palabras que dejamos, en las que nos dieron y usamos. Incluso mucho después de que muramos, habrá alguien que repita una expresión que le oyó a alguien que le oyó a alguien que la oyó de nosotros. Y ésa será una manera también de seguir vivos.

Quiero pensar en las palabras como animales que viven en un archipiélago abigarrado. Algunas especies habitan en todas las islas, otras son endemismos que después de millones de años de aislamiento han desarrollado características únicas. Hay arcaísmos que casi nadie entiende y hay voces que cuentan historias de viajes de ida y vuelta, que tienen en sus letras las huellas de préstamos, transformaciones y evoluciones.

Así, hasta que un día llega la globalización y construye puentes entre todas las islas, de tal manera que éstas dejan de serlo y las palabras y expresiones viajan libres por todo el territorio. De repente los niños de aquí dicen ‘pana’ a los amigos, y los de allá usan las palabrotas de este lado del mundo.

Hay una faceta maravillosa de la Historia que reconstruye lo que sucedió muchísimo tiempo atrás a través de los topónimos. Que por las terminaciones de los nombres de las poblaciones detecta qué pueblos hollaron una tierra y qué idiomas hablaban. Tal vez no quede ningún resto físico de ese paso, pero al menos dejaron algo: un nombre, una palabra.

De igual manera, es maravilloso reconstruir el periplo de una persona a través de las palabras que se le han quedado pegadas, igual que un mapa de tatuajes con sus historias. Por qué se usa esta frase y no otra, de dónde viene tal muletilla y qué lleva a escoger determinado léxico en favor de otro. En muchas ocasiones son regalos de gente que nos quiere, en otros son cascotes de las piedras que nos tiraron. Con todo eso hacemos nuestra habla.

En esas estamos. Yo digo ‘pequeñones’ a las criaturas, en una paradoja de dimininutivos y aumentativos, y me gusta como suena. También hablo de los ‘achiperres’ cuando me toca llevar mis pertenencias. Y me acuerdo de todo lo que decía la persona a la que se lo oí. Por ejemplo, el ‘darle a la bigornia’ para referirse a la insistencia en lugar de «vuelta la burra al trigo». O la interjección ‘¡demonia!’. O hablar de ‘trullengue’ cuando hay un buen jaleo, nocturno o diurno. O cagarse en ‘las tripas’ de alguien. O el uso de la palabra ‘ofensivo’ para denotar el mal carácter de alguien. En todas esas palabras vivirá siempre María Luisa Sierra Díez.

 

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