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El horror exterior e interior

15/10/2023
 Actualizado a 15/10/2023
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Examinémonos. Hay una guerra, un conflicto, gente matándose desde hace muchos años. Por muchas y variadas circunstancias, es una violencia que el mundo siente especialmente presente y cercana. Y eso lleva a tomar partido, a decantarse por una de las dos facciones enfrentadas. Es difícil no hacerlo. Habría que situarse como los dioses griegos, en una montaña muy alta, y contemplar cómo esos humanos se comen unos a otros, como hormigas caníbales. Así que lo fácil es entregarse a una bandera, a unas consignas, a un equipo.

Pero que sea fácil no significa que esté bien. No se puede pretender disfrazar de argumentaciones lo que vienen a ser puras fobias y filias, emociones con un 0 % de racionalidad. Mirémonos, todavía más dentro. Como a todo el mundo, el ataque terrorista de Hamás de la semana pasada nos pilló por sorpresa. El choque, el salvajismo extremo, las imágenes insoportables de mujeres mutiladas, de ‘raveros’ sorprendidos por las ametralladoras, de niños secuestrados llorando… Seguramente, todo eso nos dejó sin palabras y no dijimos nada entonces.

En cambio, ante la respuesta desproporcionada de Israel, tal vez saltamos como un resorte. Como un sector del gobierno de España, nos mostramos contrarios a todas las violencias, vengan de donde vengan. Pero, por alguna curiosa casualidad, con una nos quedamos sin cobertura en el móvil y con otra nos falta tiempo para hacer el activismo ‘online’ o de barra de bar y condenarlas con sonoras alharacas.

Situaciones como las que se está viviendo ahora sirven para dibujar el mapa moral de la gente. Hay quien justifica los ataques terroristas del 7 de octubre diciendo que la situación de aislamiento de Gaza por parte de Israel (y de Egipto también, aunque este aspecto se suele obviar) les lleva inevitablemente a violar, decapitar y asesinar a civiles que pasaban por allí cerca. Que bailar música electrónica en bikini a unos kilómetros de un bastión del fundamentalismo islámico te convierte en cómplice, culpable y merecedor de una muerte horrible. Que los 40 bebés asesinados en un kibutz por esos yihadistas es un «bulo», como aseguró un informativo de La Sexta en horario de máxima audiencia. Que, cuando se confirma la veracidad de esa matanza, proclaman que no fueron 40, sino 39. O que no resultaron degollados todos ellos, sino «masacrados», como intentando rebajar el horror. Como dice el periodista Alejo Schapire, «‘sommeliers’ de bebés masacrados». Exploremos nuestro interior para ver en qué nos hemos convertido.

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