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El gran maniobrero

05/11/2023
 Actualizado a 05/11/2023
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Sánchez ha vuelto a asomar la patita. Y se le han visto hasta los pelillos al borde del elástico de los calcetines. Qué otra cosa se podía esperar de alguien de tal condición y pelaje. Su presencia en la jura de la princesa Leonor ha servido para ratificar a la opinión pública en general, en qué manos estamos y qué le espera a España a corto plazo, un país que cada día se parece más a la sala de despiece de un matadero clandestino y no a lo que recoge y tutela la Carta Magna.

El maléfico Sánchez es el clásico ejemplo de la ruindad hecha carne. Diga lo que diga y luego respalden sus acólitos cercanos, sus opinantes de cámara, los que comen del pesebre y a continuación eructan, y la madre que los parió –frase hecha–, la única verdad es que es un camaleón de nuevo cuño. No cambia de color pero sí de chaqueta. El martes, en el Congreso, vestía de chaqué. A última hora de ese mismo día se transmutó en gualtrapa. Seguía maniobrando con lo de la investidura y con aquellos que quieren acabar con la unidad española. ¿Qué más le da manosear la palabra lealtad en presencia del Rey y después cogerse del brazo de los que odian a la Corona –que disentir es otra cosa– y al resto del territorio patrio? Él, a lo suyo.

Es verdad que desde su asunción a La Moncloa siempre ha sido ejemplo de trapisondista. El presidente más descarado de la reciente historia de España y el menos fiable de los políticos en activo, incluido el oxidado Félix Bolaños, que tampoco tiene límites si se trata de adorar a su particular becerro de oro. A su amo. Visto el panorama, la gente de orden tiene que sentirse humillada y engañada sea cual sea su ideología. Porque no es de recibo jugar y maquinar con los sentimientos de la ciudadanía. 

A este ganapán de Sánchez, que anda a salto de mata y siempre acaba por enseñar sus deshilachadas costuras, le trastorna el poder. Es como un césar. Y si en el Partido Socialista hubiera dos dedos de frente ya se lo habrían cargado hace tiempo. La travesía por la que este sujeto está haciendo pasar a unas siglas respetables y respetadas no tiene nombre. Es vergonzoso. Y muy alarmante que, por su culpa, el PSOE se vea abocado al descrédito no solo en España, sino en Europa, que resulta gravísimo. La decepción de miles de socialistas confesos y simpatizantes anónimos es palpable.

La primera zanganada fue abrazarse con Podemos para formar Gobierno. Y, aunque no lo parezca y vistas las cosas en perspectiva, resultó un mal menor. Le buscaron las cosquillas pero tragó saliva. Estaba en el poder. Ahora es otra cosa. Ahora, los separatistas y demás colegas lo van a exprimir como a un limón hasta dejarlo seco. A él y al resto de España. Y todo por su contrastado espíritu narcisista. Por su boutade de hojalata. 

 

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