La vida, como la muerte, han perdido sentido. Las ánimas se agolpan a la entrada del paraíso y lloran su abandono. «Qué solos se quedan los muertos» –que diría G.A.B.– Apenas un día y unos minutos para el olvido, hasta el año próximo.
Hubo tiempos en que los entierros eran una fiesta con pastas y anís. Se ponderaban las virtudes del finado e invocaban a los difuntos. Un vistazo al mundo sobrenatural que despertaba el temor a lo desconocido. Incluso hay leyendas tenebrosas, que ponen la piel de gallina, contadas por los clérigos en aquello que se llamaban ejercicios espirituales y en los velorios. El tema común era la muerte repentina en pecado mortal. Cuentos de fantasmas y apariciones, como el de la «asadura robada», que no contaré. Posiblemente, los más estremecedores eran los casos de catalepsia en los que al abrir la caja se encontraban las uñas incrustadas en la madera, en un desesperado intento de salir del ataúd. ¡Estoy vivo!
Todo pertenece al pasado. Nos hemos vuelto mansos y la muerte es un espectáculo, mientras sea ajena. Las grandes catástrofes, el terrorismo, los crímenes absurdos, ejecuciones… son espectáculos pasajeros, aireados por los reality show. Nada que ver con enterramientos de Cerveteri o el cementerio Père Lachaisse. Incluso el posiblemente más famoso sepulcro, El Taj Mahal, está amenazado por el turismo masivo y el gobierno de la India, que lo deja caer por tratarse de un monumento islámico y no hindú.
España se ha convertido en una ‘niñocracia’ y para obviar a los cachorillos la vida real y la muerte –como al joven Buda– se asume el halloween irlandés, que llega de Estados Unidos y arraiga en los colegios. La tontería y papanatismo son proverbiales en un país inculto, deslumbrado por todo lo ajeno y despreciando lo propio. Y todo porque un día, los muertos anglosajones salen de paseo por la tierra. Mucho más legendarias son las ánimas de la Santa Compaña vagando entre el rescoldo de los pinares. Y el no va más, los huesitos de cementerios mejicanos que se exhuman, para limpiarlos con cariño, y se les provee de los alimentos preferidos en vida por el finado. Y flores, muchas flores. Si puede ser, nomeolvides.

Flores y anís
01/11/2017
Actualizado a
08/09/2019
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