03/12/2015
 Actualizado a 16/09/2019
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Quienes sentimos devoción por la narrativa, por la poesía, por la Literatura, en definitiva, el Festival Eñe, que este año presidía el escritor y periodista coruñés Manuel Rivas, es una magnífica ocasión para adentrarse en el fascinante mundo de las letras. Las palabras hechas carne literaria y reflexión acerca del mundo en que vivimos, porque no sólo se habló de literatura, sino de filosofía, lo cual resultó más estimulante y atractivo, sobre todo para quienes creemos en la importancia del análisis de nuestra sociedad, economía, política, cultura. Así lo pude vivir el pasado fin de semana en la capital del Reino, donde se dieron cita muchos y buenos escritores (tambiénescritoras, claro está), entre ellos el gran Juan Goytisolo, Manuel Vicent o los leoneses Eloísa Otero, Víctor M. Díez y Julio Llamazares.

Confieso que me entusiasmó volver a ver y escuchar a Juan Goytisolo, tan lúcido, después de aquella ocasión en la que me encontrara con él en el café de France de Marrakech hace ya varios años, donde me dijera, entre otras muchas cosas, que tres eran las provincias que no conocía de España: Zamora, Lugo y León. En todo caso, el autor de ‘La Chanca’ o ‘Makbara’, que habla el árabe dialectal marroquí y se siente fuera del canon nacional católico, se define como antiespañol, anticatalán, antivasco… acogiéndose a la única nacionalidad posible, la cervantina, aunque reconozca que el reciente Premio Cervantes le cause depresión. Conocedor de la importancia de la lengua árabe en nuestro idioma –él que vive desde hace años en Marruecos–, prefiere analizar la realidad desde la periferia al centro antes que hacerlo desde el centro a la periferia.

Aparte de Goytisolo, que por sí solo ya hubiera merecido la visita a Madrid, en concreto al Círculo de Bellas Artes, donde tuvo lugar esta Fiesta de la Literatura, me gustaron las intervenciones de gente como el juez Garzón, que avisó, entre otros muchos asuntos, del peligro que supone la banalización del mal y el recrudecimiento de la islamofobia con motivo de los recientes atentados terroristas en París. Y por supuesto me alegró ver a Julio Llamazares, que compartió mesa y diálogo intrépido con Juan Cruz y Cuerda (dos fenómenos mediáticos), que nos hablaron de cine y literatura, de viajes, incluso de viajes a ninguna parte, de ese gran poema en prosa que es ‘La lluvia amarilla’ (como recordara el director de ‘Amanece que no es poco’), del surrealismo y la melancolía que impregna la obra cinematográfica de Cuerda, según Juan Cruz, del genocidio antropológico que se ha llevado a cabo en España –en palabras del autor de ‘Atlas de la España imaginaria’- con el abandono de unos cinco mil pueblos, entre ellos varios leoneses. Una conversación que dio mucho juego. Un festival, con la letra simpática de la distinción, para recordar.
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