Que no se castigue nadie si siente que se le ha pasado el verano y no ha hecho nada provechoso en los ratos libres, que yo me he pasado las horas bobas fantaseando. Eso sí, nada de torrideces, todo en frío. Sueño con una casa con jardín. Aprecio que colegas ya tengan casi proyectadas sus residencias de descanso en las riberonas o los Cuatro Valles, pero no me da por correr a León de Pueblo a ver qué tienen en la provincia. Quiero una casita capitalina, como la de los Sierra Pambley. Y ahora que AD permite la consulta gratuita de todos sus reportajes y fotografías, no tengo que fiar el interiorismo a Ikea, que ya empieza a derivar un poco, con esa campaña feorra de ‘Atrapados en los 90’ en la que aparecen diversos personajes Gen Z en plan Gran Hermano.
Se me han pasado las tardes ubicando el comedor, cambiando puertas de bisagra por correderas, quitando bidés, pensando en accesos a la ducha sin mamparas y en el color de los azulejos del baño, que amarillos he descubierto me gustan. Sueño despierto con váteres suspendidos, despreciando la querencia por los armarios empotrados cuando lo suyo son los vestidores con barra en dos alturas. Cama grande todo lo larga posible, no he vacilado, basta de torturas. Una pequeña barrita en la cocina para desayunar sentado en un taburete alto, no hace falta una isla ni más de una mesa en toda la casa (escritorios aparte). Lucho por dejar el camino expedito hacia el sofá, sin mesote de centro. Dudo si ensanchar las escaleras, construir una rampa del 12 % para evitarlas o poner ascensor unifamiliar. Priorizo el silencio para los dormitorios más que el espacio o la orientación (importante en otras estancias), las ventanas bien gruesas para que protejan. La habitación de invitados será pequeña y con dos camas, la biblioteca toda una sala de recreo de niños y adultos. Y del jardín, qué decir del jardín, con su rincón de invierno con hoguera, una mesa para comidas populosas de quita y pon, un poco de solado a la entrada para no embarrar la casa y estar sequines. No es que quiera empezar con la jardinería pero me encantaría tener una parra, una higuera que oliese en verano, frutalillos raquíticos decorativos (¿habrá que fumigarlos?) y nada de huerta pero sí una esquinita para el perejil, como en las casitas de Pinilla.
Curioso fenómeno el fantaseo, porque la expectativa puede ser más placentera que la posesión efectiva. Pero no es eso lo mejor, sino que cuando fantaseas hablas solo, negocias en la mejor de las posiciones posibles, contigo mismo. El tira y afloja es a capricho. No sé cómo hay gente que vive sin fantasear cuando se sabe que de ilusión también se vive, y no solo el tonto los cojones, ¿verdad?

Fantaseo interiorista
04/09/2022
Actualizado a
04/09/2022
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