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La emigración y la visita

07/01/2024
 Actualizado a 07/01/2024
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Solo es 7 de enero y ya tengo entre mis manos el mejor libro del año 2024. Se titula ‘Cartas leonesas. Una historia epistolar de la ciudad’ y lo firma Luis Grau Lobo. En sus páginas, una decena de visitantes que pasan por León a lo largo de diferentes épocas históricas escriben cartas a sus parientes, a sus superiores o a sus amos contándoles sus impresiones de lo que se han encontrado por aquí, desde un legionario de la LegioVIhasta un viajero del futuro, pasando por visigodos, mozárabes, desertores del arado y demás ralea que han hecho de esta ciudad una apasionante caja negra de la historia de España.

El libro se pone a la venta el próximo 21 de enero y, pese a lo que pudiera parecer, no se puede incluir en el mismo género epistolar que en los últimos tiempos, con más interés que sabiduría (exactamente al contrario que Luis Grau), les ha dado por cultivar a nuestros políticos, tan decididos a enviar misivas a los nuevos ministros, a sus adversarios o a los mismísimos Reyes Magos, para recordarles una especie de ‘¿Qué hay de lo mío?’ que, en realidad, no es más que otra forma de postureo, porque ni lo suyo es verdaderamente suyo sino nuestro y, en realidad, demuestran que tampoco les importa demasiado. En ‘Cartas leonesas’, en cambio, el lector puede descubrir la historia de León de una forma distinta, más que entretenida, tanto que quizá sea la mejor manera de acercarse a nuestro pasado para aquellos que huimos de los tediosos forros de Historia escritos por tediosos historiadores. «Qué habrían pensado de su estado entonces, qué habrían escrito a otros para dársela a conocer de forma sucinta, para describirles una ciudad con el examen, si no virgen sí más cándido, del forastero», cuenta el autor en la contraportada, sin duda el más sabio de todos mis amigos, lo cual supongo que tampoco es decir demasiado. Con su conocimiento de la historia de esta provincia (es director del Museo de León) y su brillante forma de escribir, Grau consigue viajar por el tiempo a bordo de las letras, cambiando el registro y las expresiones del lenguaje en cada una de las estampas según la época de cada visitante, de cada autor de cada carta, para explicar cómo han ido cambiado León y los leoneses a lo largo de los siglos. 

Ese viaje que propone el libro hace parada en el presente y termina pasándonos de largo, pero resulta inevitable, sobre todo para los más atrevidos, que cada cual imagine sus propias estampas de León, como visitante o como habitante, «quiénes llegan y se quedan y quiénes no, la emigración y la visita, el forzado y el voluntario, quién construyó la ciudad y aquel a quien la ciudad acaba por construirlo».

Entre «la emigración y la visita» he visto esta Navidad algunas estampas que no puedo contar con la lucidez de Grau pero que simbolizan, al menos para mí, lo que está pasando hoy en esta tierra.No son imágenes deslumbradas por los adornos navideños que tan año se encienden antes y extienden el mal gusto por calles, plazas, terrazas y balcones, ni tienen la banda sonora de estridentes villancicos.

Una de las estampas la vi casi todas las mañanas de la Navidad en uno de esos centros que se inventan ahora los bancos para mantener de alguna manera su presencia en el centro de las ciudad. Ya no quieren atender a nadie en sus sucursales, quieras lo que quieras hacer nunca llegas en el horario correcto, pero en cambio crean espacios de trabajo que llaman coworking, donde en vez de cafetera hay ‘corner coffee’ y supongo que se habla del ‘feedback’ de los clientes y en vez de dar la turra te aplican un ‘briefing’ que da el mismo sueño. Allí, cada mañana, vi a decenas de jóvenes leoneses buscando un hueco para colocar sus ordenadores y poder teletrabajar, para disfrutar, aunque sea por unos días, de los sueldos de lejanas capitales sin la necesidad de fiambreras (‘Tupperwares’, para que me entiendan), más cerca de los suyos y de la ciudad que de alguna manera les construyó. 

«La emigración y la visita» empiezan y terminan, habitualmente, en una estación de autobuses por la que llegan o se van, unos con esperanza y otros con resignación, esos mismos jóvenes, que ahora tienen cargar sus maletas rodeados por tantos logotipos de la Junta de Castilla y León que resulta inevitable tomárselos como una indirecta, aunque en ello, la verdad, lo que vemos muchos leoneses es una explicación. Así se explica que mañana por la noche, y durante los próximos meses, la ciudad quede tan barrida como si hubiera caído una bomba nuclear, y como cada enero se sucedan las esquelas que siempre se justifican por los excesos navideños. Lo dice mejor que nadie Luis Grau en la nota que cierra ‘Cartas leonesas’: «A poco que uno se despiste, el futuro no es lo que era ni el pasado lo que solía ser».

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