Semana negra. Estamos asistiendo a una semana negra en cuanto a violencia de género se refiere. Los datos acerca del número de mujeres asesinadas durante este año 2017 ya rondan los cincuenta casos y algunos de ellos no sólo nos hablan de muerte en femenino, sino que los monstruosos maltratadores, para vengarse de sus víctimas, son capaces de degollar a sus hijas. Tienen complejo de Saturno. O eres mía o de nadie, o eres mía o te muelo a cuchillazos. No alcanzo a imaginar el terrible dolor de esa madre de Alzira que sale de casa nerviosa y asustada para denunciar al maltratador y no le da tiempo a llegar a comisaría, el maldito ya le ha robado lo que más quería.
Simultáneamente, en Pamplona se está celebrando el juicio contra los presuntos violadores de San Fermín 2016. Un grupo de cinco hombres, dos de ellos miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, que actúan bajo el apodo de ‘la manada’, así se denomina su grupo de Whatsapp y así han trascendido a la opinión pública.
Los acusados sólo reconocen haber robado el móvil de la joven, no admiten agresión física y psicológica. Sin embargo, el informe médico presenta lesiones compatibles con el hecho de haber mantenido relaciones sexuales (leves, según algunos, parece ser que hay que resistir y batallar hasta el desgarro) y la policía que encontró a la víctima poco después de que pudiera escapar de los lobos que la acorralaban, coincide en afirmar que la mujer se encontraba en estado de shock. No se han admitido como prueba los vídeos que podrían dar pistas sobre lo sucedido, pero sí se ha aceptado un informe entregado por la defensa y encargado por los presuntos violadores, que analiza el comportamiento de la víctima a partir del día después. Y el caso es que la joven no se mostró llorosa, ni alterada, seguramente no quería que nadie de su entorno la señalase con el dedo, porque en España seguimos señalando, señalamos mucho, trataría de pasar inadvertida. Ahora ese informe es parte del juico, lo cual me parece inaudito porque ¿a quién estamos juzgando? Si es la mujer quien debe demostrar su inocencia a base de llanto, teatro y victimismo inútil, estamos alimentando una hipocresía que actúa en contra de los derechos fundamentales de cualquier ser humano. Lo único que debería importarnos es que ella no consintió. Poco importa si había bebido, si forcejeó, pataleó o cerró los ojos. Si no dijo sí, entonces dijo no, porque puestos a admitir, el término ‘manada’, de por sí huele a cacería.

El hedor de la manada
18/11/2017
Actualizado a
14/09/2019
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