Es indignante ver cómo nuestros dirigentes nos advierten de manera paternalista de los peligros de la desinformación, cuando realmente son ellos quienes en más ocasiones de las deseadas la fomentan con sus actitudes y declaraciones. El daño que ésta genera en la sociedad es el mismo, independientemente de si está provocada por su ignorancia, incompetencia, soberbia o inmoralidad. El problema es que las disculpas o rectificaciones posteriores, si es que las hay, no compensan el daño provocado. Lamentablemente, aunque ya es costumbre, durante los últimos días hemos sido testigos de varias odas a la desinformación oficial al hilo de la cogobernanza, del principio extremeño de prudencia ante las vacunas y de las comparaciones con los exiliados franquistas.
Si les parece comenzamos por el vodevil protagonizado por la Junta de Castilla y León y el Gobierno de España en relación al adelanto del toque de queda. Tras el primer confinamiento domiciliario decretado desde Moncloa nos vendieron que la fórmula ideal para luchar contra la Covid-19 era la cogobernanza. Es más, fuimos testigos obligados de escenificaciones de esa colaboración entre instituciones, en las que los políticos de turno anunciaban gozosos el inicio de un trabajo coordinado. Es demencial que se organicen actos públicos para anunciar algo que cualquier persona de bien entiende que debería ser lo normal, pero lo peor es que además, quede demostrado que mienten como bellacos. Lo vimos en la obra de teatro barata protagonizada por Ayuso y Sánchez, en la que tengo dudas de que hasta las banderas utilizadas fueran falsas. Y desde hace unos días, los castellanos y leoneses somos víctimas de un fenómeno de desinformación sin igual, alentado por el gobierno autonómico y nacional. Es inconcebible cómo ambas instituciones no son capaces de ponerse de acuerdo y trabajar de manera conjunta. La ocasión creo que lo merece, ya que estamos hablando de salvar vidas. La desinformación provocada por ambas partes no sólo es perjudicial a corto plazo, sino que mina la credibilidad de la política en general.
Continuamos con la desinformación provocada por Fernández Vara al escudarse en el principio de prudencia de posibles efectos adversos de las vacunas a largo plazo para registrar una baja velocidad de vacunación en su autonomía. Una afirmación que fue defendida sin fisuras por su consejero de Sanidad. Hace unas semanas el director del Departamento de Seguridad Nacional nos aseguraba a algunos periodistas que se preveían importantes campañas de desinformación respecto a las vacunas. Ahora dudo de si contaba entre ellas con la liderada desde tierras extremeñas. Las disculpas posteriores no sirven de nada. El daño ya está hecho porque han regalado munición de alta calidad a los movimientos antivacuna.
Y finalizo con la desinformación originada por una comparación que, además de odiosa, es inmoral e indigna. Equiparar a los exiliados de la dictadura franquista con el prófugo Puigdemont es un insulto a todas las víctimas de ese periodo negro de nuestra historia en la que en España no disfrutábamos de las libertades que por suerte hoy sí tenemos. El responsable de difundir esta mentira no está escondido en un sótano en Rusia ni en Pakistán, sino mucho más cerca, en Galapagar. Algunos de nuestros jóvenes, que poco conocen de la dictadura franquista, pero sí saben de las libertades de las que disfrutan actualmente, podrán llegar a pensar que si Puigdemont es igual de víctima que los exiliados franquistas, entonces es que durante la dictadura no se vivía tan mal y sí que existían libertades como hoy en día. Flaco favor a la memoria histórica ha hecho nuestro querido vicepresidente segundo del Gobierno.
En definitiva, tres tipos y ejemplos de desinformación oficial que no hacen más que agravar el problema de credibilidad en todas las instituciones, lo que a su vez aumenta los populismos. Y ya saben lo que viene después.

Desinformación oficial
21/01/2021
Actualizado a
21/01/2021
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