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Una cura de humildad

07/05/2025
 Actualizado a 07/05/2025
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Bastó un corte de energía para descolocar a todo el país, por el miedo y la falta de información a la que nunca tendremos acceso. Nos creímos la mentira del estado del bienestar y, de pronto se ha desatado la desconfianza respecto a las nuevas tecnologías y las energías renovables. No vale la pena la destrucción de las tierras de valor para llenar el campo de paneles solares. Se arruinan las parcelas y pasamos a depender de la huerta de Marruecos. Tampoco, destruir un paisaje por el obstáculo que suponen los generadores eléctricos.

Destruimos las térmicas, dinamitamos los pantanos, paramos las nucleares, nos enemistamos con Argelia (nuestro mejor proveedor de gas natural) y nos encomendamos al carbón de Marruecos y a los reactores de Francia: el primero quema carbón, el segundo centrales nucleares. Es incomprensible,

Para la sociedad, para los gestores, responsables políticos y la gandalla de la UE, el apagón debería ser una cura de humildad, como lo fue la torre de Babel. Pero su única obsesión está en una guerra que ponga el contador a cero. No les basta con la que han urdido en Ucrania con su ingerencia, alargándola han provocado más destrucción y muertes difíciles de reparar. De no haber intervenido, el armisticio estaría pactado y ambos contendientes habrían firmado la paz.

No minusvaloro las dificultades que ha supuesto el apagón para las personas, pero me preocupa más el motivo, los intereses, la falta de explicaciones y los responsables. Entre otras causas, para tanta evasiva, es porque que los cargos se dan, no a los expertos, sino a la gente del partido, como el hermano de Sánchez o la cátedra de su cuñada Begoña.

Contemplando el Globo terráqueo de noche, se ven las grandes concentraciones de contaminación lumínica y grandes vacíos donde la oscuridad es absoluta. Incluso en España la electrificación es reciente. En los pueblos una bombilla iluminaba las calles desiertas. Eran bastante efímeras porque, o se fundían por la mala incandescencia del filamento, o los guajes las cascábamos con el tirachinas.

Hace décadas, los cortes de luz ocasionales se resolvían cuando mi abuela decía: «Vamos a rezar el rosario». Y allí, en la cocina, con la sola luz de las brasas, la imaginación infantil volaba. En los pueblos de Omaña y otras comarcas, montañesas, al llegar la noche, llena de aullidos, los perros ladrando, el búho ululando e infinitos ruidos extraños, se veía salir a la gente, muy abrigada y con madreñas, de las casas. Al cabo llegaban al caserón donde a la luz del llar y de un candil, celebraban el ‘filandón’. Las mujeres hilaban y se iban desgranando historias de sucesos, de difuntos, de picardía, de cuentos y cantares tradicionales. La noche transcurría lentamente hasta que volviendo a casa, se metían en la cama con la cabeza llena de sueños y fantasías. Todavía mantenemos el recuerdo de aquellas reuniones, pero hoy se celebran en auditorios y salas cedidas por algún colegio o ayuntamiento. 

Vendrán más apagones pero el ingenio y buena gestión mostrado en Oseja de Sajambre no se impondrá porque siendo es eficaz y barato, no da para grandes mordidas.

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