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La compra infinita

08/06/2025
 Actualizado a 08/06/2025
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Vas hoy. Y mañana. Y pasado. A todas horas. Estás inmerso en un contínuo de transacciones en el que parece que nunca acabases de comprar. Toma, trae, toma, trae. Carga con esto, lo otro, aquello. Un poco, algo nuevo. O usado, que la economía colaborativa, si es que existe, también es pura transacción. Sientes que la vida es un mercadeo contínuo, que tus tiempos están marcados por eso y es repugnante.

Reconoces que el espíritu comercial ha sido uno de los grandes fenómenos civilizadores de la humanidad, llevando gente de unos lados a otros (y, te explota la cabeza de pensarlo, como mercancía también hasta ayer mismo) pero estar haciendo compritas pequeñas todo el día (farmacia, kiosko, bar, panadería, súper, librería, gasolinera y lo que te echen) y acabar con extractos bancarios de cientos de movimientos al mes no es exactamente como capitanear un barco fenicio en busca de importantes salinas al otro lado del Mediterráneo.

Te fijas en aquellos que pueden elegir a qué dedicar su tiempo porque poseen recursos ilimitados en busca de claves. Catalogas dos grupos: hay quien practica el deporte de la compra con gusto y todo el santo día en tiendas insignia o ‘showrooms’ y quien, por el contrario, lo último que desea es tener que mancharse las manos con los pagos y entretenerse en adquisiciones, porque anhela conectar con lo más esencial, pero que si lo consigue tampoco es genuinamente, ya que sus logros están mediatizados o, mejor, habilitados por su poderío económico. 

Sabes que no eres ningún estoico, y mucho menos lector del escritorzuelo ese que se inspira en Epicteto para sus libritos de autoayuda. Tampoco eres un hippie ajeno al gusto por lo material. Te priva el olor del papel de esas revistas como Monocle, el dulzor de los primeros higos de la temporada, el frescor de los protectores solares ligeros de Isdin y la intensidad del negro de las camisetas a estrenar. Pero tiene que haber un equilibrio mejor entre lo humano y lo divino que algún sociólogo francés habrá formulado de manera estructurada y con aliento lírico y Anagrama lo habrá publicado en español.

– Ahí lo tienes, en la colección de bolsillo. ¿Con tarjeta?

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