Chimeneas en las terrazas

Cuando algún socialista de aquellos que son fanáticos del color rojo y no ven más allá de sus narices, los tan entusiastas del partido como lo pueden ser los exaltados del PP que también son capaces de votar a una fregona con patas solo porque lleva la insignia del ave que es un charrán y no una gaviota como siempre pensamos, a esos del PSOE mentalmente preparados para aplaudir supuestos progresos hasta con las orejas pero incapaces de ver desastres, por terribles que sean, siempre les digo una cosa: que Zapatero lo único que hizo bien fue sacar adelante la reforma de ley antitabaco. Con permiso de los fumadores.

Aunque no esté bien decirlo, que haya fumadores es buenísimo para la recaudación de impuestos porque los siete u ocho mil millones de euros que salen al año del tabaco no se buscan en otro sitio. Y el fumador convencido, el que tiene el vicio de echar humo, va a pagar muy gustosamente lo que le pidan en el estanco por su cajetilla y tampoco reduce el hábito por culpa del precio ni de las restricciones. A la vista está.

A principios del 2011, con el leonés viviendo en La Moncloa, entró en vigor la reforma de la ley antitabaco que prohibió fumar en los bares, restaurantes, discotecas, teatros, en muchos lugares públicos o privados como oficinas de trabajo, trenes, aviones y no sé si redujo los fumadores pero sí mejoró mucho la calidad del aire en espacios cerrados. No fue el apocalipsis hostelero como pronosticaba el sector y sí una oportunidad para evitar que el aperitivo de su comida o la guarnición de alguno de sus platos fuera el humo que echaba por la boca un desconocido en la mesa de al lado.

Con el conocido virus de las restricciones hace dos años también se prohibió fumar en las terrazas de los bares y algunos lo celebramos y lo agradecimos. Pero como los camareros y dueños de los locales tenían que hacer de policías para evitar que la insumisión de un cliente chimenea, y la defensa a ultranza de los reglamentos por parte de otro, ambos con menos anchura de frente que la boquilla del cigarro, convirtieran el asunto en batalla campal y un problema para el negocio, esa medida electoralmente amortizada se esfumó.