El idioma español tiene muchos recursos literarios para enriquecer la palabra. Metáfora, metonimia, anáfora, hipérbole etc. Pero refiriéndome a la flotilla tonta, el título es una ironía. Nada que ver con la novela de Kipling.
Yo algo sé de la mar, por haber vivido varios años en la costa cantábrica y africana. La última vez que fui comprobé que los recursos del océano, están esquilmados. La contaminación, la rapiña, la sobrepesca y los telefonillos de los activistas ecologetas, arrojados por la borda han hecho estragos.
De noche veo salir por la bocana del puerto unas cuantas naves, de escaso calado, que van a pescar. Al tratarse de pequeñas embarcaciones, no se arriesgan mar adentro por el peligro de las inciertas marejadas y la negritud de las aguas.
Desde la costa pueden verse sobre el horizonte, la luz de los faroles que hipnotizan a los peces. «¡Ay mi pescadito deja de llorar!», cantaba Spencer Tracy en la película. Pero, en realidad, se habla poco mientras se prolonga la dura la tarea.
Me imagino qué pensarán estos marinos sobre la frivolidad de los pasajeros de la flota de Hamas. Ellos no saben lo que es un barco de recreo, ni viajarán más alla de lo imprescindible. Tampoco reciben nada del gobierno, sino impedimentos de la Unión Europea o de las patrulleras marroquíes, si es que laborean en el banco Sahariano.
Qué afrenta para esta anónima gente trabajadora lo de estas tipejas de la llamada flotilla, ocupando cuota de pantalla en los medios adictos al gobierno; la juerga –en las cubiertas de los barcos de verdad no huele a porros, sino a gasoil– la farsa y el politiqueo interesado.
En toda empresa que se lleve a cabo con el dinero de los ciudadanos, se tendrían que presentar los resultados logrados que, en este caso, es el favor que esta chusma de terroristas etarras y de Hamás, le han prestado a Sánchez, haciendo que no se hable de sus trapos sucios. Alguno de los académicos del Goya ya estará preparando una película sobre esta grandiosa epopeya.
Me pregunto –no me lo pregunto, estoy seguro– que su intención es que pasara lo que pasó. Por eso no desembarcaron en Gaza, donde los niños esperarían golosinas, alimentos y artículos sanitarios. Pero les dejaron con las ganas.
Han hablado de torturas, confinamientos que en realidad era atención y seguridad. ¿Qué hubiera pasado si los sueltan a su libre albedrío en un territorio hostil y desconocido, donde pensaban desembarcar? De presentarse en la Franja, con banderas de colorines ondeando al viento del desierto, y con las manos vacías, los hubieran linchado sin pestañear. Como lo hicieron en el Festival de música Reim en 2023.
En cualquier caso, si se confunde el Estado de Israel con sus Habitantes, por la misma razón podrían pensar en el exterior que todos los españoles seríamos sanchistas. Pero nada más lejos.