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Café en el Valle del barrio

08/04/2025
 Actualizado a 08/04/2025
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Los españoles tenemos la sana costumbre, por lo menos una gran mayoría, de tomar café en los bares del barrio, como lugar de encuentro con el resto de parroquianos o clientes habituales, con los que compartir recuerdos del pasado y acontecimientos del presente para ser pasados por el tamiz de la sabia clientela, la cual, sin la mayoría, haber realizados estudios de derecho, nos conformamos con escuchar las sentencias que el dueño el ‘Rincón del valle’, Manuel del Valle, emite, cual si de un magistrado se tratara. Manolo, al que yo conozco desde la juventud y de cuando éramos vecinos en la Calle Renueva, aunque él con bastantes años menos que un servidor, es conocedor de lo mucho que, en las cercanías de su establecimiento aconteció en aquellos años en que su padre lo regentaba, si bien con el nombre de su esposa de entonces, LOLA, y en los tiempos en que el querido ferrocarril de Matallana era el trampolín de viajeros que después se convertían en deseados clientes que alimentaban toda clase de establecimientos dando vida a esta provincia carente de industrias fuertes que formaran un buen tejido industrial. Aquí quiero hacer una acotación: no podemos olvidar aquellas minas, aunque sin dejar pasar por alto la desgracia ocurrida en una mina de la vecina Asturias, con cinco muertos leoneses que habían ido a buscarse la vida, a riesgo de lo que fuera, y se encontraron con la muerte en una actividad laboral venida a menos. La pena ante tal desgracia se hacia notar entre los demás compañeros, así como pude ver esta mañana con el dolor a flor de piel entre los presentes, en los pies de la Subdelegación provincial de gobierno, mientras se entonaba el himno popular emblemático en los valles asturianos de ‘Santa Bárbara Bendita’ y que, con el tiempo se ha convertido en la máxima expresión de la dura y peligrosa profesión que lleva consigo el desempeño de la misma. Recuerdo una frase de un cante tradicional, entre otros muchos, que se entonaba entre ellos, cuando nuestra provincia proporcionaba miles de empleos, bien retribuidos, y que decía así: «A la mujer del minero se le puede llamar viuda. ¡Qué amargo gana el dinero quien se pasa el día entero abriendo su sepultura!». Mejor definición imposible. 

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