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Aquellos economatos

10/09/2025
 Actualizado a 10/09/2025
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A los jóvenes la palabra economato no les dirá gran cosa porque es agua pasada. Por otro lado juega el escaso léxico que manejan. En cuanto a los viejos, algunos lo recordarán o lo habrán olvidado.

Eran unos establecimientos donde se vendía de todo. De todo lo que se necesitaba para vivir. Pero en aquellos tiempos ya lejanos, las necesidades no eran ni con mucho las que hoy tenemos o nos creamos. Si hay una definición de la época actual es “el consumismo” -no confundir-.

Los había por todo el país, pero no podía entrar cualquiera porque pertenecían a grandes empresas o a sectores de funcionariado, como la Polícía, la Renfe, Correos... yo todavía conocí el de la Vasco. Era un gran local con estanterías semi vacías, donde ibas seleccionando los productos que necesistabas. Jabón, conservas o embutidos... (y gambas, para los sindicalistas) que no pagabas al momento porque los gastos se reflejaban en la siguiente nómina. Vamos, como las tarjetas de crédito actuales. No hemos inventado nada.

Los propios establecimientos correspondían a lo que son hoy las grandes superficies salvando las distancias. Ahora disponen de nuevas tecnologías, un gigantesco mercado con todo cuanto pueda imaginarse. 

Los guardapolvos grises o azúl marino fueron descartados. Mientras en la actualidad, la indumentaria es más funcional, más variopinta y con cierto gusto. Y ¡qué decir de aquellos dependientes avinagrados que solían ser trabajadores de la empresa o del montepío o libertos del sindicato: digo sindicato. Hoy el personal ha sido sustituído por personas atentas, educadas, que en vez de malmirar a los clientes, están pendientes de ayudarlo. ¡Bravo por los dependientes, camareros, autónomos y por la UCO! Si tengo que hacer algún reproche a estos gigantes, es la presión que se ejercen cuando vas a comprar una barra de pan y sales con una bolsada que no habías previsto. Y la competencia desleal para el pequeño comercio de barrio. Ayer entré en una librería y pedí un bote de tomate. El librero me miró como un demente, que quizá lo estoy, pero al punto despejé su duda. Siendo así -le dije- ¿Cómo es posible que en las grandes superficies vendan material escolar y libros de texto? La mayoría son multinacionales, francesas principalmente, germanas. Grupos financieros con grandes beneficios e implantación. Su poder es omnímodo, los políticos se pliegan a sus condiciones y los consumidores totalmente embaucados.  Las familias, empobrecidas, por la inflación, el paro y los impuestos lo pasan mal y hacen encaje de bolillos para encontrar lo más barato. En estos momentos están desesperados con lo de la “vuelta al cole”. Que si los uniformes reglamentarios, el chándal, los zapatos, el material escolar y... los libros de texto, almacendos junto a las lavadoras o la comida para perros. ¡Pasen por caja!

Mucha publicidad, mucha sobreabundancia y mucho frufrú pero, si desaparecieran las librerías la vida sería más oscura, más triste, más insoportable. Y los ciudadanos más ignorantes y menos libres.
 

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