10/04/2016
 Actualizado a 13/09/2019
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A estas alturas de la partida, con la mitad de los jugadores haciendo cuentas para llevarse las diez de últimas, todavía quedan ingenuos que creen que existe el periodismo de investigación.Es algo que respeto, como respeto a los que creen que nacieron en Sirio B o a los que se creen muy listos... siempre y cuando no piensen también que todos los demás somos tontos. El periodismo viene a ser algo así como la selección española de fútbol: a todo el mundo le resulta tan familiar que cree que entiende. Por eso, a pesar del dineral que le costó a mi padre que yo consiguiera el título que no sé bien dónde conservo, mi formación no debió resultar del todo completa para concurrencia, como yo sospeché desde un principio, porque cada día recibo lecciones de lo que debo y no debo hacer como periodista, desde arriba, desde abajo, desde los lados y por supuesto desde enfrente, de lo que debo titular, de lo que no debo titular, de a quién tengo que citar y de a quién no tengo que citar.Los improvisados catedráticos en Ciencias de la Comunicación que tengo que soportar, cuando se ponen interesantes, suelen hablan como un político a la puerta de los juzgados, siempre con la conciencia súper tranquila, o como un futbolista después de un partido en el que ha celebrado un gol besándose los tatuajes, porque ése es el concepto que tienen de periodismo. Igual que cada camarero tiene una frase que le irrita, que suele ser la coletilla «cuando puedas» sabiendo perfectamente que no puede, cada periodista tiene su frase que le lleva al punto de ebullición en décimas de segundo. A algunos les molesta que les llamen «juntaletras» o «apesebrados», pero a mí la que me saca de mis casillas es: «Te voy a contar una cosa que te interesa». En el 99% de las ocasiones, se trata de algo que le interesa mucho al que me lo cuenta y muy poco a mí, y si a partir de ese momento no dejo lo que esté haciendo para dedicarle toda mi atención, automáticamente paso a ser un puto juntaletras apesebrado. Como en la propia selección española de fútbol, son habituales los amantes de las conspiraciones, los que creen que siempre hay algo escondido detrás de cada titular, de cada breve o de cada anuncio por palabras, y en más de una ocasión me he encontrado con alguien que estaba leyendo un artículo que yo había escrito y, al verme, ha cerrado el periódico y me ha pedido que le cuente la verdad. La verdad, al leer las noticias de cuentas secretas en Panamá, es que en el periodismo ya no quedan investigaciones así, porque son caras e incómodas como la ropa de marca. Con las filtraciones pasa lo mismo que cuando una mujer consigue que un hombre haga lo que ella quiere y, además, crea que se le ha ocurrido a él. En este caso, el poso se lo llevará Montoro, con todo lo demás.El resto, al desagüe, con buena parte de esta profesión. Alguno cree que hay motivos para celebrar el buen trabajo y alguno se olvida de que las comparaciones son odiosas y te pide que investigues un tema que te interesa si no quieres ser un juntaletras apesebrado. Por lo general, las lecciones de periodismo pierden su efectividad porque se suelen argumentar con la libertad de expresión (aquí risas enlatadas), y porque las suele dar alguien que, desde el parqué, se cree autorizado para compararse con quien va a la guerra para contarla con sus propios ojos, sin intermediarios, sin nómina y sin dar lecciones a nadie.
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