Nadie me había hablado de esta etapa; me habían hablado de la adolescencia, de la pubertad, pero nadie me había hablado de la incertidumbre de los veintitantos. Porque cuando nos preguntan qué es lo que queremos hacer, no tenemos respuesta. La gente presupone que por tener veintitantos ya debemos saber cuál es nuestro camino, pero ignoran que vivimos en una gran laguna emocional.
Los estudios, el trabajo, los amigos, todo cambia.
Buscas cualquier excusa para no tener que estar toda la vida en algo tan rutinario como una oficina, buscas irte de mochilero o hacer algún voluntariado, o de ‘aupair’, cualquier cosa te vale.
Tu rutina, la gente que te rodea, incluso tu familia, todo ha cambiado. Y no nos queda otra que aferrarnos a la nostalgia de la adolescencia.
Todo esto hace que te sumerjas en una burbuja de soledad y de no saber verdaderamente qué hacer con tu vida.
Muchos lo llaman la crisis de los veintitantos, yo no soy partidaria de llamarlo ‘crisis’, simplemente creo que es una transición en la que tenemos que empezar a pensar por nosotros mismos.
Tenemos que empezar a olvidarnos de esta angustia de no saber qué hacer con nuestro futuro. Tenemos que empezar a vivir estos veintitantos como se merecen porque, cuando tengamos 30, vamos a acordarnos de estos veintitantos igual que nos estamos acordando ahora de nuestra adolescencia.
Así que deja de pensar que deberías de saber qué tienes que hacer con tu vida porque yo, como tú, tengo veintitantos y tampoco lo sé.
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