Mujeres árbol

Bruno Marcos analiza la exposición 'Aquí eran los ojos los que hablaban' de Fina Miralles y Rita Ponce de León, que se podrá visitar en la Fundación Cerezales Antonino y Cinia hasta el 31 de marzo

Bruno Marcos
08/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Imagen de ‘Mujer árbol’ de Fina Miralles en 1973. | FCAYC
Imagen de ‘Mujer árbol’ de Fina Miralles en 1973. | FCAYC
Si existe un lugar en la cartografía museística actual indicado para hablar de la relación humana con la naturaleza ese es la Fundación Cerezales Antonino y Cinia. Su nueva sede —obra del estudio de arquitectura Zaera Polo y Maider Llaguno—, que lleva casi dos años abierta al público, no surgió como un edificio espectacular en medio del campo sino que se diseñó contando con que el entorno fuera un elemento activo en el dibujo de su arquitectura. Toda ella está construida con madera de bosques que siguen vivos, se alimenta con energía extraída del subsuelo y tiene los pies, la cabecera y la cubierta abiertos por grandes vitrales al paisaje y al cielo de forma que quien camina por ese espacio no tiene la sensación de estar dentro de un edificio sino en una construcción que media entre el entorno natural y el ser humano.

Por ello no cabe mejor sitio para alojar la exposición ‘Aquí eran los ojos los que hablaban’ que esta nave donde las obras de Fina Miralles (Sabadell, 1950) y Rita Ponce de León (Lima, 1982) parecen continuación del paisaje y de las reflexiones que este ha generado en ambas autoras.

El título de la exposición viene de una anotación que Miralles hizo en su diario durante uno de sus viajes por Latinoamérica en el que estableció una relación comunicativa con los indígenas basada tan sólo en la mirada. La imagen más emblemática de la muestra es la fotografía de 1973 en la que aparece con la mitad del cuerpo hundido en la tierra y que tituló significativamente ‘Mujer árbol’.

El proyecto expositivo pone en diálogo a dos mujeres con la naturaleza y también las pone en diálogo entre sí, una conversación que se produce entre dos mujeres de edades diferentes, de generaciones muy distantes, y de dos continentes alejados. Fina Miralles quiere avivar la conciencia de nuestra pertenencia al mundo, nuestro ser naturaleza también, y Rita Ponce de León desea poner a la vista cómo el paso de lo natural a lo artificial supone una enorme pérdida. Coloca esta última en una de sus piezas una nube de hojas secas sobre las paredes de la sala que van sutilmente siendo sustituidas por copias.

Son los árboles las figuras simbólicas por excelencia en estas obras, interlocutores vivos, conectores entre la tierra y el aire. Las «mujeres árbol», los deseos de integrarse en la naturaleza, de ponerla en valor, de recuperarla, dan vida a estas instalaciones, a estas fotografías y a estos dibujos intentando contribuir a encontrar nuevas formas de habitar en armonía un mundo que ya no volverá a ser nunca como el de antes.
Archivado en
Lo más leído