Los personajes del tío Ful: Yuma, trotamundos jubilado

Siempre ha sido Yuma el tipo más imprevisible e inclasificable, es muy difícil encontrar un solo adjetivo que abarque su personalidad, pero sí hay dos palabras: "Buena gente"

Fulgencio Fernández
07/05/2022
 Actualizado a 07/05/2022
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A todos nos mueven los tópicos y en los periódicos tal vez más. Cuando necesitas a alguien que desbarre ya sabes a qué alcalde llamar, si necesitas sensatez sabes qué escritor la regala y así sucesivamente, con lo que al llamar intuyes la respuesta... pero si quieres un ser inclasificable, un trotamundos recluido en un rincón mirando a los Ancares, un hombre sin nada propio que es el dueño de un pueblo que él mismo hizo renacer... entonces buscas por dónde andará Yuma.

Y Yuma, que se llama Miguel, aparece. Y a todas esas cosas que he escrito sobre mundos de Yuma, después de muchos años tratando con él, es obligado añadir más cosas: «Si además de alguien imprevisible, sorprendente, inclasificable... necesitas hablar con un buen tipo, buena gente, solidario, capaz de cuidar una calabaza de 300 kilos para venderla en trozos para un comedor de caridad, entonces busca a Yuma».

Viene Yuma de un susto de salud, de esos que no te acabas de creer lo que te puede ocurrir y al salir de ese laberinto se sienta en la hamaca de su galería en Espinareda de Vega, mira la naturaleza que explota ante sus ojos de colores u reflexiona: «Toda la vida de trotamundos, yo diría que dando tumbos, para llegar hasta aquí, a estar sentado con vosotros como otras mañanas lo estoy con algún vecino, mirando sin prisa y viendo crecer la hierba... que ahora veo crecer la hierba, antes no es que no la viera es que no tenía tiempo para mirarla».

Te sonríe. Le debe hacer gracia verlo sentado allí regalando consejos y parece recordar el viejo dicho: «Consejos vendo que para mí no tengo».

Lleva Yuma una camiseta de temática marina que, explica él, es un homenaje a un amigo pero tengo para mí que es una metáfora de aquello en lo que se ha convertido la casa que Yuma hizo en su mayor parte con sus propias manos: El puerto de destino y descanso de tantos amigos que dejó sembrados por los mares de sus viajes.

Que siempre hay un rato para una partida de parchís. O una putada, que ya es tema mayor.
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