Unas horas antes de su apertura habitual, la chapa de Amarone Vinnería está abierta. Luces aún apagadas, su interior es cobijo para la regente Romina Moreira y el ilustrador leonés Toño Benavides, que convierte la barra en atril improvisado para varias de sus obras. La soleada mañana precede a una tarde que convertirá al establecimiento en escenario para la inauguración de la exposición ‘Lost&Found’.
– Elegí un término anglosajón porque, aunque hay que luchar contra eso de la colonización lingüística, en este caso y en otros muchos, tienen expresiones que resumen de un golpe todo un espíritu– cuenta el artita sentado frente a un café que espera caliente en El Cafetín.– De cara a un eslogan, me parece indicado utilizar el término en inglés y en este caso más, porque significa exactamente eso: perdido y encontrado.
Y es que la muestra, presente en el local hasta finales de julio, es una selección de las colaboraciones de su autor con prensa y editoriales que, «una vez habían cumplido su cometido», yacían guarecidas en carpetas olvidadas. Carpetas que, en una suerte de archivo, llenaban el vacío entre sus solapas con obras realizadas desde hace unos veinte años que «nunca habían vuelto a ver la luz» y que, por correr antaño el riesgo de perderse, ahora se encuentran en el espacio de la capital provincial.
– ¿Se aprecia en ellas un cambio de estilo?
– Mi estilo cambió mucho de hace cuarenta a hace veinte años; de hace veinte para acá, no ha cambiado tanto– resuelve:– lo que ha hecho es evolucionar y sufrir ligeras variaciones que tienen más que ver con la técnica empleada que con el estilo en sí.
El leonés acostumbra a usar «técnicas rápidas» y «siempre sobre papel». O lo que es lo mismo: «las técnicas que permitan a un ilustrador resolver un trabajo en un tiempo prudencial». Para las obras a color echa mano de acuarela y gouache; para el blanco y negro, tintas, gouache de nuevo, pincel seco o carboncillo.
– ¿Por qué se escoge entre color y blanco y negro?
– Un artista actúa por impulso, por intuición, por emocionalidad, aunque hay una parte de manejo de simbología y de metáforas visuales– relata poniendo de ejemplo la consabida paloma como representación de la paz.– Ese tipo de juegos casi caen por su propio peso porque manejamos una serie de símbolos que tienen un valor constante y común para todos.

Considera el creador que «cuando te hacen un encargo, lo primero que te viene a la cabeza es una idea de urgencia».
– Cuando estás leyendo ese texto que tienes que ilustrar, en tu cabeza van saltando las imágenes como ciervos en el bosque– continúa;– entonces coges una de aquí, otra de allí, las juntas y haces la metáfora visual que te permite comunicar.
Así apela Benavides a unos elementos que ocupan un espacio perpetuo en el imaginario colectivo, buscando siempre «darle una segunda vuelta o una tercera, en función del tiempo que tengas, que suele ser de hoy para ayer». Y describe el artista un proceso creativo henchido de razón, pues quizás el arte no está exento de ciencia ni la ciencia de arte. Quizá esa línea entre lo uno y lo otro no es tanto una divisoria; más bien tan intrincada como para mezclar sus ingredientes alumbrando el cocinado de la creación.
– Es una indagación lógica– reflexiona.– Lo que pasa es que tú tienes que crear una imagen; no estás generando una fórmula matemática. Y esa imagen tiene que ser sugerente, cautivadora y, al mismo tiempo, concentrar toda la información que uno es capaz de absorber con un golpe de vista– describe sobre un hacer de objetivo pétreo: provocar en el espectador el interés por la imagen; en el lector, el interés por el texto.
Entre publicaciones ilustradas –como la edición de ‘El corazón de las tinieblas’ de Joseph Conrad para Reino de Cordelia– y exposiciones –como las acogidas por El Cajón del Arte, la galería Espacio E y el Centro Leonés de Arte– pasa su tiempo el artista leonés. «No sé hacer otra cosa», confiesa con cierta solemnidad. Aunque entre sus facetas también se distingue una vertiente poética.
"Cuando me he puesto a escribir es porque tenía cosas que decir que no veía dibujadas"
– No sé dónde ni a partir de qué libro te dan la licencia de poeta– reniega sutil el autor de ‘Gran Sur’ (ganador del Premio de Poesía ‘Eladio Caballero’) y de ‘Panorámica’ (Premio Internacional de Poesía ‘Ciudad de Pamplona’), entre otros.
– ¿Hay algún paralelismo entre ilustración y poesía?
– A mí me cuesta verlo porque cuando me he puesto a escribir es porque tenía cosas que decir que no veía dibujadas. Entonces he necesitado un vehículo, un lenguaje distinto para juntarlas.
– ¿La poesía llega donde no llega la ilustración?
– Sí– es contundente y tuerce el gesto en una ironía.– Y te lo digo yo: una palabra vale por mil imágenes. La capacidad de sugerir imágenes de la literatura es una cosa mágica en el sentido literal; es decir, ¿cómo un grupo de hormigas ordenadas en un papel, que son las palabras y las letras, se convierten en una imagen?... Eso es una química que sucede por sugerencia en el cerebro.
A su modo de ver, «escribir es pintar en la cabeza de la gente». Por eso, cuando dibujaba de pequeño, lo que hacía Benavides era poesía. «No pretendía ilustrar en el sentido enciclopédico de la palabra», confiesa: «Me interesaba otra cosa; el giro, el juego metafórico, la sugerencia...». Aun sumido en ese anhelo poético, el creador tiene claro que nunca han corrido buenos tiempos para el género literario.

– Ahora menos todavía– apostilla.– Esta es la época en que la estupidez se ha visto amplificada a unos niveles increíbles. A los veinte años yo pensaba que ahora estaríamos con coches voladores por la ciudad y fíjate cómo estamos... La estupidez por metro cuadrado es descomunal y la fomenta la desafección política que parte de la gente más o menos progresista que se ha visto defraudada; se han sentido desprotegidos y han dicho «ya de perdidos al río: voto al extremo opuesto a ver si esto estalla de una vez».
– La ilustración, la poesía, el arte en general, ¿puden ser ajenos a la política?
– No, nunca– de nuevo es contundente.– Me hace mucha gracia cuando dicen que Eurovisión se ha politizado. Lo dijo el otro día Buenafuente y acertó plenamente. Claro que sí, es lo que hay que hacer: politizarlo todo, no dejar nada fuera de la política porque todo es política y, si no haces política, te la hacen– se da un segundo de meditación.– ¿Cuándo nos han convencido de que hacer política es algo malo? Hemos acabado prensando que lconsiste en la corrupción, en el oportunismo– niega con los ojos.– No, la política es otra cosa.
– Es filosofía.
– Es filosofía– reafirma.– Lo decían los griegos. ¿Qué vamos a decir nosotros?
"La estupidez por metro cuadrado es descomunal y la fomenta la desafección política"
Esas ideas pueden pasar desapercibidas en sus ilustraciones, pero una obra que bebe del mundo en que se fecunda no suele dejar a un lado sus entresijos. Entresijos que, por primera vez, se muestran en Amarone.
– Me encanta exponer en bares porque el arte, en general, está rodeado de un engolamiento, una impostura y un gafapastismo insoportable que ha conseguido alejar a la gente– reseña.– El arte es para disfrutar de la vida, es una experiencia para aprender disfrutando y ¿dónde vas a disfrutar mejor que en un bar?
Sabedor de que «el entorno es, no determinante, pero sí un factor a tener en cuenta», Toño Benavides pone su obra a disposición de todo paseante sediento, de todo inquilino de barra y todo arrendatario de mesa en una muestra de su arte a pie de bar. Donde se parlamenta como si fuera el Congreso, donde se conversa sobre todo tema de actualidad y se solucinan, cerveza en mano, los más arduos problemas entre trago y trago; allí cuelga la obra del leonés, que mira desde unos tabiques desde los que también comunica, como diciéndole al espectador que, a veces, las paredes también pueden hablar.