Hace 18 años que la bailarina, coreógrafa y cantante Rosario Granell arrancó una estrecha relación con la Universidad de León sin otro aval que su baile, aunque mucho mayor es la cantidad de tiempo que la leonesa mantiene una relación con este arte. Ella data la fecha con un «desde pequeña» que es habitual escuchar en la personas que han pasado toda una vida aferradas a su expresión artística como si fuera un tesoro.
«Comencé a bailar en un centro coreográfico en León en el que éramos doce personas y que duró cuatro años», rememora: «Por ese centro pasaron profesores de la talla de Andrés Corchero, Carmen Werner, Olga Mesa, Lipi Hernández... Muchas coreógrafas y coreógrafos importantes que habían sido o iban a ser Premio Nacional de Danza». Aquel espacio de hedonismo bailarín cerró con el tiempo «por razones políticas», aunque sembró la semilla que le sirvió a Granell para llegar a oídos de la ULE, donde, desde el año 2007, imparte un curso de extensión universitaria. A esa faceta de docente acompañan la de bailarina y coreógrafa en un bosquejo de la agitada personalidad de quien las guarece. Haciendo gala de ese ímpetu global, la leonesa suelta las palabras a borbotones en una muestra de la pasión que profesa a la danza.
Confiesa la bailarina que no vislumbra «mucha diferencia entre lo que es teatro y danza o ‘performance’», que para ella todas «son artes vivas; artes escénicas» que le han llevado a hacerse un hueco en la provincia, llegando incluso a participar en el rodaje de la cinta ‘Lejano’ de Carlos Balbuena como protagonista, entre otras hazañas. Aun siendo uno de los rostros visibles de la danza en León, Granell atribuye sus logros a un azar afortunado y fortuito. «Simplemente las cosas fueron sucediendo y di con la oportunidad», expresa. Tampoco es que sea parca en experiencia –«he tenido la posibilidad de formarme en diferentes disciplinas artísticas»– ni en determinación –«siempre tuve muy claro que quería quedarme en León, que por qué en León no se podría seguir bailando... Un componente importante es estar con la gente que quieres»–.
Todo ello ha provocado que la leonesa se encargue de impartir desde hace casi dos décadas el que arrancó llamándose ‘Taller de danza contemporánea’, que, desde 2018, lleva por nombre ‘Danza: arte y educación’. Un curso cuya directora, Teresa García, es amiga y alumna de Granell, que agredece su apoyo constante. «Ella ha entendido desde el primer momeno que no solamente es un curso que dura nueve meses; es una propuesta vital para que posibilita un espacio en que mujeres, hombres y quien quiera acercarse se sienta seguro y sepa que cada cuerpo es importante y que cada persona tiene un ritmo y unos tiempos diferentes», señala: «Gracias a Teresa hemos encontrado un espacio en el que podemos dar tiempo al tiempo».
El número de inquilinos del lugar es cada año diferente. En su primera edición fueron tres las participantes y este año son un total de 17. Aunque, en su mayoría, son mujeres las que hacen del curso impartido en la Facultad de Educación de Vegazana su seudo hogar, bailarines como Pablo Parra –fundador de la compañía de La Pequeña Nave– también han pasado por las lecciones. Para la docente, lo importante es, sobre todo, «que se mantenga la actividad». «Yo me planteo la danza como una práctica sanadora, vital y positiva y mantener un sitio en el que puedas estar tranquilamente compartiendo con personas, aprendiendo de ellas a través del cuerpo...», dice: «Se trata de cuidarnos todas y de posibilitar ese espacio para trabajar la autoconciencia».

Y es que el Aula de Artes del Cuerpo de la ULE es un rincón de crecimiento para grupos heterogéneos que trasncienden las fronteras universitarias, pues cualquiera puede sumarse a él. Esa es parte de la magia de una danza que, colectiva, «te cambia el cuerpo, pero también el espíritu». Todo de la mano de una iniciativa que es «casi hasta decimonónica», pues «parece a veces una hermandad de mujeres del siglo XIX». Rosario Granell ríe al decirlo, aunque desde fuera no parece que le falte razón a sus palabras sobre un espacio en el que dar tiempo al tiempo.
Precisamente es el tiempo el que guía la puesta en escena que este jueves sube a las tablas del Teatro El Albéitar de la capital provincial, apoyándose en textos de Rainer María Rilke, Italo Calvino y Roberto Fratini que atañen al mismo. La pieza ‘Grumo’ es la más reciente de las puestas en marcha por las integrantes del taller, aunque no es la primera vez que se escapan de las inmediaciones de la facultad para mostrar sus movimientos al público leonés. Las participantes en el curso impartido por la leonesa ya han pasado en ocasiones anteriores por los jardines del mismo edificio, las calles de la capital provincial o el Hall de Filosofía y Letras. «Sí que es cierto que es la primera vez que nos subimos al escenario del Albéitar a hacer una clase», apunta la coreógrafa sobre una sesión que se presenta «de manera estructurada y con cierta dramaturgia» en una suerte, más que de montaje escénico, de «clase subida a escena».
De su bautismo –‘Grumo’–, Granell tiene una explicación para dar. «En el mundo de la danza es muy común hacer una práctica que emula a las bandadas de pájaros que vuelan hacia un sitio y cambian de dirección de repente para ejercitar la idea del cuerpo en el espacio», relata: «Dentro de ese grupo que nos unía había muchas individualidades y me gustaba la idea de llamarlas ‘Grumo’ como cuando estás dando estás dando vueltas a algo líquido en el cocinado y sale uno; como si cada ingrediente, digamos, quisiera seguir manteniendo su esencia».
Desde las 20:30 horas, el espacio gestionado por el Área de Actividades Culturales de la Universidad de León abre sus puertas ante la llegada de las bailarinas –también intérpretes– de la pieza en una jornada de entrada gratuita hasta completar el aforo. La cita llega de la mano del grupo encabezado por Rosario Granell después de varios años refugiado en el aula. «Teresa me propuso hacer algo este año», cuenta: «Se me ocurrió llevar unos textos de tres autores que me gustan mucho; dos fragmentos de ‘Los apuntes de Malte Lauridis Brigge’ de Rilke, otro de las ‘Ciudades invisibles’ de Calvino y un texto de Fratini en el que habla de la película ‘Andrei Rublev’ de Tarkovsky».
La literatura se convirtió entonces en caldo de cultivo para el comienzo de una línea de trabajo sobre «la idea del tiempo» y sus «líneas difuminadas»; sobre «cómo el tiempo era el denominador común de estos cuatro textos y cómo transforma a las personas». «Es un poco trabajar a través de la intuición, que conlleva un punto de subconsciente; de algo que está interno y no sabes muy bien de dónde lo has heredado, pero has vivido con ello, como si leyeras la realidad física de lo que te rodea», zanja la apasionada cantante, bailarina, coreógrafa y docente, Rosario Granell.
Así, fruto del trabajo de poco menos de 20 años, las miembros del curso impartido por la leonesa salen de nuevo del aula henchidas de «amor y respeto». Todas ellas dejan atrás ese lugar donde dar tiempo al tiempo para expresarse sobre el mismo de manera atemporal, imprimiendo en el teatro capitalino la huella –a veces indescifrable– de unas artes escénicas puras, bellas, trascendentales entre palabras de Rilke, Calvino y Fratini.