El periodista palestino Ramzi Albayrouti, colaborador de La Nueva Crónica desde hace un par de años de este periódico, publica ‘Palabras sangrantes’, libro que se pone a la venta con el periódico a partir de 19 de octubre por 19 euros (los beneficios se destinarán a los afectados por la guerra), del que desvela algunos detalles en esta entrevista. La presentación será el martes 21 de octubre a partir de las 19:30 horas enSierra Pambley.
– ¿Cómo fue su salida de Gaza?
– Salir de Gaza no es en absoluto fácil, y muchas veces es casi imposible debido a los numerosos obstáculos. Solo hay un paso seguro, el lado egipcio; los demás pasos están controlados por Israel y hay muchas detenciones de palestinos en estos cruces. Salí de Gaza en un momento cercano a la estabilidad, durante una relativa calma que siguió a la guerra de 2021. Siempre después de las guerras o los estallidos militares hay un período de calma relativa. Fue ese período el ideal para marchar de Gaza con menos impedimentos, pues las dificultades me superaban y mis problemas se agravaban, y sentía que un gran peligro se avecinaba inevitablemente. Buscaba una forma de salir, de obtener una visa europea, aunque era sumamente difícil. Finalmente lo logré gracias a los documentos médicos de mi hija, que necesitaba tratamiento en el extranjero y que era un objetivo principal de mí viaje.
– ¿Y cómo fue su llegada a León?
– Al principio llegué al aeropuerto de Barajas, en Madrid, y luego viajé a la ciudad de Guadalajara, cercana a la capital. Estaba indeciso entre quedarme en Madrid —donde los trámites de asilo suelen llevar más tiempo, especialmente siendo la capital, con decenas de miles de solicitudes pendientes— o buscar una ciudad cercana donde los procedimientos se realizarán más rápido. Fui a Guadalajara, pero me dijeron que allí también los plazos eran largos. Tenía un problema de tiempo: había salido sin mi familia, dejando mi esposa y mis hijos en Gaza, enfrentándose ellos a riesgos de seguridad y otras circunstancias delicadas que prefiero no detallar ahora. A través de organizaciones de apoyo al asilo me recomendaron venir a León, pues en esta ciudad los procesos son relativamente más rápidos. Llegué a León, presenté mi solicitud de asilo a la policía, y gracias a Dios logré obtenerla en un tiempo adecuado.
– ¿Qué fue lo primero que captó tu atención en la ciudad?
– León es una ciudad hermosa y atractiva, rodeada de montañas y atravesada por ríos. Su gente es amable y disfruta de un clima templado. Es una ciudad más pequeña, relativamente tranquila en comparación con las grandes urbes: casi no hay molestias importantes, atascos de tráfico ni sobrepoblación, y los alquileres son razonables hasta cierto punto. Pero su principal inconveniente es que las oportunidades laborales son muy limitadas.
– ¿Cómo es su vida y la de su familia aquí?
– Sin duda hay muchos factores que complican nuestra estabilidad, pues nos vimos obligados a empezar desde cero, especialmente porque nada de lo que traemos es reconocido: ni documentos, ni títulos universitarios, ni cursos de formación, ni licencia de conducir. Y por supuesto, el entorno es nuevo, ajeno a nuestra vida anterior en cuanto a idioma, religión, costumbres y tradiciones; todo es diferente. Pero poco a poco nos vamos adaptando y las cosas han empezado a mejorar gradualmente. Lo más importante es que agradecemos a Dios la seguridad que tenemos aquí, una bendición grande que no está al alcance de muchos en otros lugares del mundo.
– ¿Cuándo se le ocurrió la idea de escribir este libro?
– La idea del libro nació después de la última guerra en Gaza, tras la ofensiva brutal que emprendió Israel, la devastación, y el agravamiento del sufrimiento de los palestinos. Como periodista palestino de Gaza, sentí que tenía una responsabilidad nacional, religiosa y moral de documentar lo que sucede en mi país de otra forma, de centrarme en lo que los medios a menudo pasan por alto, pero que es esencial para la vida: la muerte, la destrucción, el desplazamiento, el hambre. También, impulsado por el insistente aliento de algunos amigos, decidí emplear mi experiencia periodística para hacer algo que realmente concierne a Palestina. Estuve debatiéndome a mí mismo: ¿escribo yo, o dejo que quienes viven el sufrimiento cuenten sus propias experiencias, sus dolores? Finalmente, opté por recopilar y citar textos fuertes y emotivos que publican mis colegas, amigos y conocidos de Gaza, ordenarlos y organizarlos, hasta que el libro vio la luz.
– ¿Cuánto tiempo le llevó componerlo?
– Como ya mencioné, yo no soy el autor en el sentido clásico, sino el compilador. Los textos del libro provienen de quienes están viviendo el dolor y la tragedia, para que sus palabras sean más sinceras y conmovedoras. Reunir esos textos me llevó cerca de un año. Hubo muchos hechos de la guerra que no documenté porque comencé el proyecto aproximadamente un año después del estallido. Me enfoqué más en las problemáticas humanas y de la vida diaria que en los reportes políticos o de seguridad, que es lo que tienden a priorizar los medios, especialmente en etapas de intenso asedio y cuando el fuego literal consume —cuando la gente muere de hambre en pleno siglo XXI.
– ¿Qué conclusiones espera transmitir a los lectores?
– Quiero que el mundo conozca la verdad sobre Israel y lo que hizo en Gaza y con su población durante esta masacre colectiva que los medios muestran día y noche. Quiero que la voz de los aplastados, de los que vivieron los horrores de la guerra, llegue a oídos del mundo. Ellos pidieron que se escuche su voz y su mensaje; yo lo capté y lo traje en ‘Palabras sangrante’, con un lenguaje que los pueblos puedan comprender. Pero no quiero que acabe allí: deseo que quien lea mi libro comparta lo que contiene, que divulgue algunas de sus páginas, que dialogue sobre ello — ustedes también forman parte de transmitir este mensaje. Algunos de quienes cité fueron mártires en la guerra, y esperaban que la verdad llegara al mundo para que éste actúe en defensa de Palestina: una causa de justicia, verdad y humanidad.
– ¿Cómo ha sido tu relación con tus seres queridos en Gaza durante los últimos meses?
– La relación ha estado muy cercana y profunda a pesar de la dificultad de comunicarnos muchas veces debido a la ausencia del internet, de redes telefónicas, de conexión. Incluso cuando logramos hacer contacto, se cortaba varias veces por minuto; apenas podíamos escucharnos o vernos. Pero los sentimientos sí llegaban: estamos aquí, y nuestros corazones están allá, con ellos compartiendo lo esencial, participando de sus penas.
– ¿Cómo recibió la noticia del cese del fuego?
– Alcanzar un cese del fuego y detener la matanza en sí es algo positivo, pero no suficiente; el acuerdo no fue justo ni equitativo para los palestinos. Fue como forzado, y tenía algo de aceptación bajo presión, con cláusulas que olían a rendición, o al menos así se sentían; con un trasfondo de que la limpieza étnica, la eliminación y el peligro podrían continuar. Espero que este cese del fuego sea duradero, que la guerra termine completamente, que Israel no retome los combates ni viole el acuerdo después de recibir a sus prisioneros; que los suministros de ayuda continúen, que Gaza sea reconstruida y que primero sea restaurado el ser humano antes que el lugar.
– ¿Regresarás a Gaza pronto?
– Nadie odia volver a su tierra, pero en mi caso no puedo hacerlo ahora; no es por falta de deseo, sino porque es imposible. Como refugiado, se me prohíbe visitar mi país, y no comprendo porque las autoridades imponen eso, cuando nuestro problema —como palestinos— es con la ocupación, no con los gobiernos del país que nos acoge. Nos impiden comunicarnos incluso con nuestra embajada, con cualquier entidad oficial de Gaza. Mi regreso a Gaza será posible cuando termine la ocupación, se recupere la tierra, se logre la paz y la seguridad. Si hay una visita en el futuro, será breve. Gaza hoy es un lugar inhabitable; no puedo volver a reconstruir mi vida desde cero una tercera vez, especialmente porque la ocupación destruyó mi casa, como la de muchas demás. Ya no tengo un hogar al que regresar. Pero Palestina seguirá estando en el corazón, y seguiremos defendiendo su causa por todos los medios posibles, aunque estemos fuera de sus fronteras. Tenemos la pluma, la voz y otras formas de lucha.