Ya está ahí la Semana Santa, este viernes se celebra una de las procesiones más esperada y, me dice Fernando Rubio, «la más leonesa» y sabe mucho de este asunto pues la vivió desde dentro, con pasión, como se debe, y la recuerda bien. De él me debo, y quiero, fiar pues bien poco sé de ella, perdido en estas fechas siempre en el mundo rural. En la procesión «más leonesa», se quiere centrar al elegir entre tantas imágenes, por querencia natural y me hace un entrañable guiño a mí pues alguna vez le he contado que es la única que conozco pues durante muchos años debía bajar a mí madre, solo iba a esta procesión y en el limbo quedó un reportaje que le debía: Durante 85 años acudió sin faltar ni a una sola, estuviera donde estuviera había que ir a buscarla. La llevaron de niña...
Antes de seguir con ‘la Dolorosa’, Fernando Rubio, siempre tan escudriñador, me desvela una anécdota: «Siempre se dice que la Cuaresma dura exactamente cuarenta (40) días, comienza el Miércoles de Ceniza y termina justo antes de la Misa de la Cena del Señor en la tarde del Jueves Santo. Pero si cuentas todos los días seguidos en el calendario desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo te saldrán más de 40 días pues esa cifra se obtiene esta forma: Se cuentan los días desde el Miércoles de Ceniza hasta el Sábado Santo inclusive pero se excluyen los seis domingos dentro de este periodo, ya que se consideran celebraciones semanales de la Resurrección de Jesús y no días de penitencia en el mismo sentido que los demás días de la semana. En definitiva, como tantas cosas es algo simbólico». Y desconocido.
Volvamos a la procesión más leonesa. «El Viernes de Dolores en León es una jornada marcada por la devoción a la Virgen Dolorosa, cuyo culmen es la solemne Procesión de la Dolorosa (o de las Angustias). Es un día que combina la piedad popular, la tradición y el arte, sirviendo como preludio cargado de emoción para la inminente Semana Santa leonesa, aunque sigue siendo parte de la Cuaresma. En ella numerosos leoneses se suman al desfile portando velas y en compañía de la Virgen», recuerda Rubio, quien con las fotos que selecciona —tal vez el blanco y negro ayuda— ya se nota el paso del tiempo, muy evidente en la forma de vestir pero también en otros muchos aspectos.
Y sobre su historia añade: «La procesión comenzó a celebrarse en el siglo XVII. La imagen la portan 58 braceros de luto y no cubren sus rostros con capillos. El autor de la talla no se conoce pero algunos creen que fue hecha por un peregrino del camino hacia Santiago de Compostela. Esta tallada en madera de peral en una pieza y corresponde a la tipología de Piedad, cuenta con varios mantos de terciopelo bordados en oro».
Y las celebraciones de Semana Santa de esta semana que hoy arrancamos suman, a la citada del viernes, con las del sábado de Dolores y ya el Domingo de Ramos. «Son los días en los que tanto en la Plaza del Conde Luna y sus alrededores como en la Plaza Mayor, los vendedores de palmas hacen o hacían su agosto. Palmas pequeñas, grandes, sencillas o profusamente elaboradas para recibir, el domingo con ellas y las ramas de olivo y ramilletes de romero, a Jesús, en su borriquilla, emulando la entrada en Jerusalén. Palmas que luego de ser bendecidas servirían de adorno en los balcones».

Precisamente el Domingo de Ramos dice Fernando Rubio que «está profundamente grabado en mis recuerdos, tanto de los años 70 con mis hijos, como en los anteriores como niño y adolescente. El Domingo de Ramos era la fiesta del estreno de ropa. Hay que ponerse en situación en una época en la que no existía la confección automatizada y que generalmente, tenías dos ‘equipaciones’ la de diario y la de ‘los domingos».
Y con esa ropa nueva y las palmas, «posábamos para el fotógrafo que inmortalizaba el momento. Cerraba este Domingo de Ramos otra procesión genuinamente leonesa, la del ‘Dainos’, con la imagen del Jesús de Medinaceli que sale de la Iglesia de los PP Franciscanos Capuchinos. Se organiza siguiendo la antigua costumbre de la Venerable Orden Tercera Franciscana formada por seglares y los hombres de Corbillos (de la Sobarriba) tienen el privilegio de ‘pujar’ el paso con el Nazareno. La procesión discurre en un reverente silencio sólo roto por el rezo del Rosario de la Buena Muerte en el que los fieles contestan al oficiante, a cada dedicación de cada uno de los 5 misterios, con la siguiente jaculatoria. ‘Dainos Señor buena muerte, por tu santísima muerte, dainos’. Ese rezo estremece el atardecer leonés cada Domingo de Ramos desde 1734, recordando el final en la tierra y enfrenta al hombre ante la muerte. ‘Poco mal y buena muerte’ es una máxima repetida hasta la saciedad por nuestros antepasados en el recuerdo de lo doloroso del cuerpo»; remata Fernando, para quien esta procesión también tiene un componente muy personal: «Mi madre falleció (en 2007) justo cuando esta procesión recorría las calles leonesas y, afortunadamente, haciéndose realidad la petición al Jesús de ‘las melenas’ al que tantas veces le había rezado ella, con total devoción, en la Iglesia de los Franciscanos, pidiendo: ‘Dame señor buena muerte, por tu santísima muerte’». Así fue.