Sara piensa en Navidad. En cualquier época del año aparece un material convertible en adorno y ella le busca espacio, acomodo, porque “nada más quitar la decoración de un año ya le estoy dando vueltas a la del siguiente”. No solo se trata de hacer de la casa de Sara y Héctor –“mi chico”, dice ella– un referente de la Navidad a su paso por Llama (municipio de Boñar), que ya lo es, sino de contagiar el espíritu navideño y luminoso de la pareja. “Ya hace como diez años que vamos haciendo cosas, añadiendo nuevas ideas, por gusto y tradición. Un día nos preguntaron si lo hacíamos para el concurso del Ayuntamiento de Boñar y no sabíamos que existía. Después lo hemos ganado, pero no es ése el motivo”.
El motivo es mucho más sencillo: Sara tiene un evidente espíritu navideño y Héctor se ha contagiado, por suerte, pues sin su colaboración no sería posible ese templo de luces, imágenes e imaginación de la Navidad que es esa casa que, de repente, se te aparece en el horizonte de la carretera de Boñar a Sabero, y no son pocos los que se detienen a admirarla, a preguntar, a disfrutar de la Casa de las luces.
A Sara le asaltan las imágenes y las ideas. Las va haciendo realidad. Un palo de escoba y poliespán se convierte en un gran caramelo; los tubos de PVC pasan a ser bastones; las bolas de pilates acaban siendo cascabeles; las viejas bicicletas son cuadros de luz por el jardín; unas espectaculares bolas brillantes por los árboles encierran muchas horas de Héctor soldando alambres… y muchos palés de obra que no puedes ni imaginar debajo de las cajas de regalos o el tren colocado en la parte delantera de la casa.
Y cuando ya todo está creado, imaginado, guardado y hay que transportarlo, aparece la maquinaria de Héctor, cuya dedicación a la construcción le permite hacer realidad los sueños y las ideas de Sara, además de aportar la visión del profesional.
El resultado… pues una casa de luz varada al lado de la carretera, un lugar para detenerse y bañarse en el espíritu navideño que Sara y Héctor contagian.