Sentados en Padre Isla, su territorio, el de su peluquería, todos saludan a Julián ‘el peluquero’ y con todos surge una historia, una anécdota, un recuerdo, porque el bueno de Julián es un torrente, de memoria y sabiduría, de mil vidas vividas. "Son más de ochenta años que han dado para mucho porque, además, los he vivido a tope".
Surgen mil temas: los rincones perdidos de la ciudad, los edificios; los viajes por toda la provincia y países de todos los continentes; los OVNIs y, por supuesto, el oficio, la peluquería. – ¿Desde cuándo en el oficio? – Como se suele decir... desde toda la vida. Ten en cuenta que tenía barbería mi padre, un poco más arriba de la actual; después estuve yo y ahí sigue mi hijo Alonso. – ¿Y tú desde cuándo? – Desde los 8 años, que iba a dar brocha a los ancianos del asilo. – Explica eso. – Se explica fácil. Mi padre era un hombre muy humano, yo creo que también lo soy, y como veía que aquellos ancianos de beneficencia no estaban bien atendidos pues íbamos para allá, él los afeitaba, como se hacía antes, y yo iba delante dando brocha, con el jabón... lo que yo vi allí vale más que no te lo cuente, aquellos tiempos eran muy duros.
Por aquella Peluquería Julián de Padre Isla, una de las clásicas de la ciudad, pasaron gentes de todo tipo y condición, "que todo el mundo tenía pelo"; y lo ilustra con una anécdota. "Uno de los clientes habituales era Zapatero; pues bien, mi mujer —Chelo— y yo fuimos el primer matrimonio civil de León, nos estaban volviendo locos a vueltas, no había ni formularios porque nunca se les había presentado otro caso, y al final nos lo arregló uno que era de Falange, muy falangista pero muy buena persona, que es lo que hay que ser, lo otro no importa".
– ¿Lo de los OVNIs? – Eso no lo resolvemos aquí, eso nos da para un libro. – ¿Y el secreto para conservarte tan bien? – Tal vez que desde hace 40 años hago todas las mañanas una hora de yoga... y que de todas las gentes que conocí aprendí algo y he estado en 90 países. Siempre con mochila, nada de excursiones.