Palabras-paisaje para acariciar y reconfortar el alma

Gelines del Blanco Tejerina ofrece en sus relatos una cosecha de palabras que se propagan sin control

Mercedes G. Rojo
28/10/2025
 Actualizado a 28/10/2025
Gelines del Blanco en su ambiente de trabajo.
Gelines del Blanco en su ambiente de trabajo.

Hace apenas quince días iniciábamos nueva etapa de la mano de una conocida escritora que, semana tras semana, nos deja su impronta literaria y sus reflexiones en una columna de opinión de este mismo periódico, concretamente de Laly del Blanco. En ese acercamiento hacíamos alusión a una persona muy cercana a ella, a la que continuamente nombra como su «gemelar», porque así se definen entre ellas, ya que gemelas nacieron y crecieron, con una intensa vinculación a todos los niveles, incluida la literaria, hasta tal punto que a veces es difícil distinguir el estilo de una y otra. Esa persona no es otra que Gelines del Blanco Tejerina (Las Muñecas. 1961). Así la conocemos todos en el ámbito literario y cultural de León (y en otros muchos en los que participan) aunque de manera más formal, en los más oficiales, podamos encontrarla como Mª Ángeles o, simplemente, Ángeles. Esa vinculación que se abrió al mundo en un pueblecito de la montaña leonesa, llegando a completar como las más pequeñas una larga saga de hermanos, se fue haciendo cada vez más fuerte en cada uno de aquellos cursos internadas lejos de casa para procurarles un futuro más próspero que el que podía depararles aquel pueblo perdido en las montañas, hermoso, sí, pero sin demasiado futuro en una sociedad que cambiaba a pasos agigantados. Juntas compartieron su pasión por las palabras, a través de las lecturas que compartían  y también de aquellas cartas a sus padres que también escribían juntas contándoles la crónica de sus días lejos de casa, hasta que terminaron su formación como maestras que ninguna de las dos llegó a ejercer pero que alguna huella dejó en ambas.

Y ya con vidas propias e independientes, aunque nunca desvinculadas, fue pasando el tiempo sin pretensión literaria alguna por parte de Gelines, más allá de su pasión por la lectura que siempre la acompañó;  hasta que con su prejubilación y la pérdida sufrida por Laly, decide apuntarse (y apuntarla a ella, sin ni siquiera pedirle permiso) en un curso de escritura creativa. Corría el año 2015 y, a partir de aquel momento, a ambas se les abrió un nuevo mundo que inmediatamente las conectó con aquellas niñas que enviaban cartas familiares llenas de todo tipo de detalles. En la pequeña biografía que acompaña su respectivo texto en alguno de los libros-homenaje, proyectos de «arqueología literaria» como ella le llama que, en homenaje a las escritoras leonesas, coordino cada año, nos contaba: «(...) cuando la vida laboral se detuvo y andaba en busca de aficiones prejubilares, me matriculé en un curso de escritura creativa (...) Allí me sembraron la afición a la misma y de forma inesperada me creció un cuento, luego otro, y sin darme cuenta la cosecha de letras se propagó y ya no he podido ni querido controlarlas. Ahora que está prohibido usar el tacto (aún estábamos en época de COVID), escribo para abrazar y besar, para pintar lo que escucho y veo, a través de las palabras».

Con el diploma de ganadora en el Certamen der relatos de Gordaliza, junto a su hermana Laly (3º premio) y la ganadoras del 2º premio, además de los representantes municipales y de la asociación convocante.
Con el diploma de ganadora en el certamen de relatos de Gordaliza, junto a su hermana Laly (3º premio) y la ganadoras del 2º premio, además de los representantes municipales y de la asociación convocante.

Pero por muy buenos que puedan llegar a ser los cursos a los que una acuda, hay cosas que es imposible que te enseñen en los mismos. Para llegar al nivel al que Gelines ha llegado, primeramente hay que sentir dentro la inquietud de las palabras, luego tener la paciencia y el tesón de trabajarlas, de darles forma, de mimarlas y acariciarlas hasta llegar a ese todo que sea capaz de transmitir todo lo que se lleva dentro y, a la vez, de que lo expresado llegue a quien pueda y quiera recibirlo.  Y así, con el paso de los años, cuando con el impulso de ese primer curso se tomó en serio eso de escribir, aquellas primeras cartas infantiles que fueron su comienzo, se han ido convirtiendo en relatos a través de los que volcar tantas cosas como lleva dentro. «A veces escribo historias, otras me escriben ellas», llegará a manifestar nuestra protagonista en alguna ocasión; son historias que nos llegan alentadas por su participación en concursos literarios, que le servirán para obligarse a escribir saliendo de su zona de confort, aunque siempre se deje seducir primero por aquellos que le son más afines en temática e intereses. Como resultado, numerosos premios y menciones, muchos de ellos disputados con su propia hermana. De entre todos, señalo solo algunos en los que quedó como ganadora, repartidos a lo largo y ancho de toda la geografía española como el Concurso de Relatos de Gordaliza del Pino ‘Historias de pueblos y sus gentes’ (2017) con ‘Chimeneas deshabitadas’; el del Cincuentenario de la Escuela de Agrícolas (León,2018) con ‘Pura supervivencia’; el XXIV Concurso Internacional de Relatos Cortos ‘Juan Martín Sauras’ (Andorra, 2019) por ‘Re.viviendo’; el Certamen de Relatos Breves sobre Igualdad de Género del Ayuntamiento de Aranda (2019), por ‘Rosales sombríos’;  el IV Concurso de Relato Corto ‘Monasterio de Escalada’ (2020), por ‘Celosía al este de la memoria’; el XXVI concurso literario ‘Fernández Lema’ por ‘Dos mudas y un relato’ (Luarca, 2021) o el XXX Concurso de Cuentos Valentín Andrés (Grado, 2022), por nombrar solo algunos. 

Otros relatos surgen alentados por su participación en proyectos colectivos, especialmente los dedicados a nuestras mujeres, y en ellos nos deja, además de los mismos,  palabras que la definen y nos permiten conocerla un poco más, como las dejadas en su participación en el homenaje a Eva González (2024) y que son pura poesía por más que ella diga que solo transita por los senderos de la narración, un texto que nos habla de sentires, hábitos, inspiraciones y... mucho más: «Suelo vivir con el balcón abierto, expuesta a lluvias, soles y fauna aérea. Todo es bueno, útil para convertirlo en palabra. Pero he visto que las ventanas físicas y virtuales no siempre muestran lo real. He comprobado que no todos los monstruos habitan en los cuentos, ni los fantasmas en la noche, y que daña más el avispero oculto en el seto que el rottweiler del vecino. Por eso, últimamente,  cierro ventanas y escribo amparada en la cristalera, disfrutando del solecito otoñal. Qué gusto vivir el otoño desde dentro. Sin zumbidos. Y escribir hojas».

Recogiendo el premio en Luarca, todavía en tiempos de pandemia
Recogiendo el premio en Luarca, todavía en tiempos de pandemia.

Los concursos no serán su única disculpa para seguir escribiendo, también proyectos de todo tipo que suponen un reto continuo y entre los que hay dos citas, año tras año, a la que no falta, siempre fiel y alentadora desde el primer momento de su creación: los encuentros en torno al mundo de los relatos promocionado por la Asociación ‘Calechos de Babia y Luna’, en los que todos los seleccionados son ganadores a partes iguales; y la participación  en el proyecto ‘Rescatar la memoria’ del que forman parte los homenajes a las mujeres leonesas cuya cita se hace visible, cada año, a partir del mes de marzo, y que , en ambos casos, forman parte de algunos de los momentos literarios compartidos con ella, y de los que  poco más tengo que añadir con respecto a lo que ya comenté en el texto dedicado a Laly, pues en los mismos, si no en todos sí en la mayoría, la presencia de ambas ha ido de la mano, en un tándem indisoluble.  Eso sí, no tengo más remedio que sucumbir una vez más a las palabras que, con inmensa sensibilidad  les dedica a cada una de las mujeres en cuyos homenajes participa como una de las más fieles colaboradoras desde el primer minuto: «¡Fascinante pensar en Concha Espina, octogenaria y ciega, escribiendo sobre un cartón!  [...] (Al respecto de Josefina Aldecoa) Me fascina ‘Historia de una maestra’ donde veo lo que pudo haber sido mi propia labor de haber sido tan decidida como Gabriela. [...] Alfonsa (de la Torre) me ha cautivado por ser mujer valiente, atemporal y atípica, capaz de extraer poemas de la ceguera y retirarse voluntariamente en pleno apogeo literario. ¿Por amor, por dolor? Por plenitud. [...] La obra de Manolita López es fascinante, sus poemas son fotografías donde describe paisajes interiores y exteriores, pasea senderos religiosos, infantiles, maternales o simplemente vitales. [...] Manuela Rejas. Otro tesoro al descubierto. Otra vida impresionante que permanecía oculta en el lodo del Órbigo. Impacta la imagen de sus cenizas reposando en el lecho de un río, o enredadas en las raíces de los chopos de la orilla [...]De la obra de Eva González me fascinó la valentía de escribir en patsuezu y el uso de personajes y temas tan cotidianos que huelen a membrillo en el desván. [...] Al leer la importante labor cultural de Faustina Álvarez García, una imagen me empapó la mente y se me escurrió por los dedos: la llegada al pueblo de Besullo con un bebé dentro y otro fuera [...]».

Unas palabras con motivo del Premio “Valentín Andrés”, enGrado (Asturias), 2022
Unas palabras con motivo del Premio 'Valentín Andrés', en Grado (Asturias), 2022.

En fin, son precisamente muchas de esas ocasiones de participación, las que nos permiten, a día de hoy, encontrar algunos de sus textos recogidos en las correspondientes publicaciones de premios y proyectos, ediciones que ya se cuentan por decenas. Eso sí, olvídense de encontrar su obra recopilada en solitario en publicación alguna.  Y es que Gelines siente la misma reticencia que su hermana Laly en decidirse a publicar sus relatos en un libro que los compile todos; «si no es para ti que al menos sea para quienes somos tus lectores» le insisten a menudo sus seguidores, pero –al menos de momento– parece no estar dispuesta a robarle horas a su tiempo de creación, para ordenar, seleccionar y gestionar dicha edición, horas que se incrementan con las necesarias para corregir después, una y otra vez, las correspondientes galeradas antes de que el libro definitivo llegue al público. 
Y para seguir disfrutando literariamente de ella, aunque sea mínimamente, de entre todas las colaboraciones realizadas en común, he querido rescatar parte del texto que realizó en el verano del 23, cuando Gelines, junto a otras compañeras con las que quise compartir mi habitual serie veraniega, participó en el recorrido que, por segundo año consecutivo, titulé ‘León bajo otras miradas’, y que su texto cerró; un fragmento con el que concluyo este acercamiento de hoy a otra más de esas autoras leonesas a las que merece la pena tener en cuenta y leer sin descanso, un fragmento que nos muestra su capacidad descriptiva. Y es que ella tiene una especial habilidad para dejar su alma impregnada en los paisajes que nos describe, cargada de una sensibilidad que te despiertan las ganas de salir corriendo a descubrir el lugar que nos describe, como esa ‘Casa del cartero’, de Carmen Brañanova, que cada verano  se abre al público en las vecinas tierras de Omaña, para llenar una de las noches de agosto de la magia de la música y las letras, y con cuya descripción, en aquel ‘De carteros, paisajes, música y palabras’, consiguió traerla hasta nuestros sentidos: «El atardecer mutó en noche sobre Pedregal, en el patio crecieron sillas, en los árboles y vigas se encendieron velas (...) Una atmósfera tejida a mano envolvió al público, notas de bossa nova, fados con remite que viajaron hasta el río Omaña para ceñirse con el Luna, y en el abrazo de un bolero crearon el Órbigo (...) Esa noche, bajo las estrellas, en la antigua Casa del Cartero de Pedregal se fusionaron declaraciones de amor de antiguas cartas, con rasgueos de guitarras, rabeles y mandolinas, una gaviota hecha prosa que sonó a un vuelve pronto...  (...) Saciado cuerpo y alma, se cerró el portón, cada piedra volvió a su siglo, cada  instrumento a su estuche, cada nota a su cuerda y un trocito de cada asistente quedó prendido en aquel lugar (...)».

En otro lugar, en lo más profundo de nuestros corazones, nos quedan anidadas las palabras de Gelines; tantos y tantos relatos que nos han hecho emocionarnos con sus descripciones, con sus personajes,..., esperando –como en el caso de su gemelar– a que vuelva a regalárnoslos, esta vez en forma de libro, para correr a refugiarnos en ellos cada vez que sintamos la necesidad de que las palabras nos conforten el alma aunque muchas veces remuevan con ello nuestros sentimientos y nuestro espíritu más crítico, haciendo escocer con ello las heridas que todos llevamos dentro. Hasta entonces, no pierdan cualquier oportunidad que tengan de llegar hasta ellos. 

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