Termino el año, dedicando estas páginas a otro de esos nombres que a veces te regala el azar, tras intentos múltiples de haber ido buscando, entre los hilos de la memoria, el rastro de mujeres próximas a los lugares por los que también ha transcurrido mi vida. En la pasada entrega me acerqué a la figura de Amantina Cobos, una mujer –escritora- nacida en Astorga en las postrimerías del siglo XIX, aunque su rastro fuese encontrado posteriormente en tierras andaluzas, donde ya comentamos que se la puede unir a los aconteceres que dieron lugar al nacimiento de la generación del 27. Pero Amantina no estuvo sola en el camino de la literatura y la docencia que escogió para sí misma sino que estuvo acompañada por su hermana mayor, también nacida en Astorga, y a la que quiero dedicarle hoy estas páginas que cierran el año puesto que el recorrido de esta forma parte del legado que nos dejó su hermana. Y es que en esta ocasión, la suerte nos ha deparado el descubrimiento no de una sin o de dos escritoras en el mismo lote.
Es de reconocer que las circunstancias vitales que rodeas a Olimpia Cobos, hicieron que el legado que esta nos dejara fuera bastante menor que el de Amantina, aunque no por ello deja de tener menos calidad, mostrándonos en su caso un claro camino de modernidad en el que sus referencias culturales son más que palpables; pero sobre ello volveremos un poco más adelante.
Volvamos al personaje. A pesar de que son varios los lugares que la referencian como nacida en Sevilla, los estudios realizados en los últimos tiempos la sitúan como nacida en Astorga, tal y como lo haría posteriormente su hermana Amantina. Dos dificultades han impedido hasta ahora seguir el rastro exacto de sus pasos desde ese momento, en primer lugar la fecha, que baila según los documentos manejados, en segundo lugar, el segundo apellido, que parece también oscilar entre diversas variantes del mismo. En cuanto al primer dato, sin anotación localizada en el registro civil de Astorga, lo que aparece es una copia del original (al parecer no exacta) en el expediente de estudios de la Escuela Normal de Badajoz, donde realizará la carrera de Magisterio, en el que la señala como nacida el 22 de julio de 1881, como segunda hija de Pedro Cobos y Gregoria Losúa. La comprobación del registro auténtico del expediente de su hermana Amantina, que en el expediente académico de esta para Magisterio aparece nacida en el 82, cuando en el registro civil de Astorga lo hace en 1875, nos lleva a una diferencia de siete años, seguramente para aparentar ser más jóvenes de lo que en realidad eran cuando acceden a estos estudios. En cualquier caso, sea como sea, lo verdaderamente importante es la valía que demostró tanto profesionalmente como en su faceta más literaria, combinando, al igual que sucedió con su hermana Amantina, docencia y escritura.
Olimpia estudió Magisterio, comenzando los estudios superiores en la Escuela Normal de Maestras de Badajoz, en 1904, junto a su hermana, aunque ambas los realizarían a distancia desde Mérida, lugar en el que por entonces residirían. Es en el permiso en el que solicita examinarse de Geografía e Historia, Aritmética y Geometría, Gramática, Pedagogía, Labores y Corte y Dibujo (asignaturas de 1º curso de la carrera) donde aparece la mención a su origen, «natural de Astorga, provincia de León». Aprobado el 1º curso en junio, Olimpia solicita licencia para examinarse en septiembre de 2º, consiguiendo sacar ambos cursos con apenas un par de meses de diferencia. Tras obtener la titulación como maestra de primera enseñanza, que la permitirá enseñar en escuelas rurales, se preparará también para el título de enseñanza superior con el que podrá optar a escuelas de las superiores y elementales de las ciudades, cosa que hará presentándose a las oposiciones convocadas por la Universidad de Sevilla, para las provincias de Sevilla, Badajoz, Cádiz, Córdoba y Huelva, obteniendo finalmente una plaza como maestra interina en la Escuela Superior de Montellano, en 1910. Sin embargo, su objetivo está más allá, pues su máxima aspiración era convertirse en la Escuela Normal de Maestras, y no en la de niñas. Conseguirá aprobar el examen de ingreso para la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio en octubre de 1911, tras una dura y restringida prueba para acceder a las escasas plazas convocadas. No solo la superará sino que además será becada para la realización de dichos estudios, que en esta ocasión realizará de forma presencial en Madrid, en la sección de Letras. En esta Escuela se respiraba claramente la influencia de la Institución Libre de Enseñanza y su contacto con la misma le permitiría seguramente, como les ocurrió a otras compañeras en parecidas circunstancias, adherirse a las ideas feministas y progresistas que después encontraremos en algunos de los escritos que nos dejó, a pesar de la formación cristiana y profundamente conservadora en la que se crió. Tras terminar sus estudios (seguramente en 1914), en 1915 obtendrá un puesto fijo como «profesora numeraria de Gramática y Literatura castellanas con ejercicio de lectura en la Escuela Normal de Maestras de Córdoba». Durante su estancia en la ciudad andaluza se alojará en la residencia del Colegio de Santa Victoria, regida por madres escolapias, incorporándose a la vida de la ciudad –además de con sus clases- haciéndose socia de instituciones como la Sociedad de Arqueología y Excursión de Córdoba y alguna otra, y comenzando a colaborar en medios escritos como el Diario de Córdoba o la Revista de la Sociedad de Arqueología y Excursión de Córdoba. Tampoco perdería contacto con la capital andaluza, donde ambas hermanas ya eran conocidas en los ambientes literarios, y adonde volvía en los periodos vacacionales para visitar tanto a su hermana como a sus amistades.

Con un dominio de varios idiomas y un gran conocimiento de los clásicos, su labor como profesora y la huella dejada en sus alumnas sería destacada –a su temprana muerte- en numerosos periódicos. Como escritora se le atribuían y destacaban cualidades como su cultura y su modernidad: «ser una mujer ‘a la moderna, a la altura de nuestro siglo’», que quedan plasmadas en los escritos publicados en la prensa del momento, recogidos en un conjunto de piezas literarias que van desde artículos a conferencias sobre sociología o arte, pasando por cuentos y otras narraciones sobre sus excursiones, poemas, ensayos o novela corta. En muchos de ellos se ve reflejado ese trabajo continuo por los derechos de las mujeres a la educación, al trabajo y por su incorporación a la vida pública (una constante en algunas de las figuras de aquella época que hemos ido viendo vinculados a otras de las mujeres de aquella época de las que también nos hemos ocupado en estas páginas: Concha Espina, Faustina Álvarez...), como es el caso de algunos de los ensayos que, a su muerte, su hermana Amantina recogería en el libro-homenaje que publicó, tales como ‘La mujer española en los actuales momentos’ y en ‘La cuestión palpitante. Derechos y saberes’. En ellos nos dejará algunas frases como la siguiente: «Es el feminismo la aspiración que debe tener toda mujer a conseguir una personalidad definida, y sin dejar de ser mujer, o sea dentro de la feminidad propia de su sexo, demostrar que al constituir la mitad de la humana sociedad tiene derecho a tomar una parte activa en todo aquello que al mejoramiento social se refiere, dejando de representar ese ridículo papel de figura decorativa que le está asignado y que los atavismos, las costumbres, la indolencia y la abulia le impiden cambiar por otro más digno, más útil y más humano, que redunde en beneficio para sí, para la familia y para la patria. Más para esto necesita estar capacitada física, moral e intelectualmente, puesto que de no ser así su intervención conduciría al fracaso».
Fallecida a edad relativamente temprana, como mucho podría rondar los cuarenta y cinco años cuando muere en 1919, en la residencia en la que se alojaba y en cuya capilla tendrá lugar el correspondiente funeral, Olimpia no llega a publicar su obra literaria en vida, más allá de la que podamos encontrar repartida por las revistas antes mencionadas, algunas de las cuales fueron recuperadas dos años después de su muerte por su hermana Amantina, en la publicación titulada ‘Reino de ensueño’, que incorporaba además una amplia selección de artículos de prensa y revistas, en los que destacadas personalidades literarias y docentes –algunas de ellas muy ligadas a la Institución Libre de Enseñanza- de la época le rindieron tributo. En los relatos que se incluyen en este compilatorio, aparece tanto un marcado carácter alegórico como una moral final que ayuda a comprender y adentrarse en el mundo ideológico de la autora. También se pueden apreciar las profundas relaciones establecidas con otras obras clásicas y modernas a través de las cuales se demuestra el profundo conocimiento de la literatura europea que Olimpia ostenta, junto a una gran habilidad para inspirarse en la corriente literaria del momento que miraba a autores clásicos y románticos como fuente de inspiración. Actualmente, estos textos rescatados por Amantina, junto a un interesante acercamiento a los mismos los podemos encontrar reeditados (digitalmente) desde 2023.
Tras desaparecer su rastro, como ha sucedido a lo largo de la historia con el de tantas valiosas mujeres, en septiembre de 2022 el Pleno municipal del Ayuntamiento de Sevilla acordó la inclusión de su nombre, junto al de otras cuarenta mujeres ilustres en el nomenclátor de calles y plazas de distintos distritos de la ciudad, en concreto dentro del viario interior de la barriada Juan XXIII, una iniciativa impulsada por el distrito Cerro-Amate con la colaboración de la asociación vecinal del barrio y la asociación de mujeres Rosa Chacel «para compensar el déficit de reconocimientos a mujeres en nuestro nomenclátor», destacó el entonces portavoz del Gobierno municipal y delegado del distrito Cerro-Amate. El nombre de Olimpia, estaba incluido dentro de la fase 4 del barrio.
De momento, solo se pueden considerar como un verdadero retrato suyo el realizado por su cuñado Manuel Villalobos Díaz, poco antes de su fallecimiento, y que fue expuesto en la Exposición de Bellas Artes que se celebró en Sevilla en la primavera de 1912 (apenas un año después de su fallecimiento) y del que se habla en el ‘Diario de Córdoba’, diario en el que ella había participado asiduamente. En el comentario que se realiza del mismo no solo se pone de manifiesto y alaba la pericia del artista sino que a través de su análisis se puede observar la profunda estima en la que se tenía a su protagonista, tal como puede deducirse de las palabras de quien firma la crónica: «El autor de dicho retrato (...) ha puesto en su obra todos los entusiasmos del artista, toda su inspiración, el profundo cariño que profesaba a la inolvidable escritora. La corrección del dibujo, la justeza de color del retrato de Olimpia Cobos son tan admirables como su exacto parecido (...) Cuantos se fijen en este lienzo apreciarán, no solo que es el retrato de una mujer hermosa, sino de una mujer buena y de una mujer de talento, lo cual constituye el mérito principal de la obra artística». Que sean su imagen y sus palabras rescatadas de la prensa del momento las que nos queden de referencia para acercarnos a otra mujer que nos dejó una importante aportación al pensamiento femenino del momento, al más adelantado, a aquel que creía en la igualdad de derechos y posibilidades de las mujeres frente a los hombres, también en el campo intelectual.