De Astorga a Sevilla en un recorrido que ha permanecido inédito

Amantina Cobos es un magnífico hallazgo de una desconocida poeta de Astorga, ligada a la Generación del 27

Mercedes G. Rojo
09/12/2025
 Actualizado a 09/12/2025
Retrato de Amantina obra de su marido Manuel Villalobos (Museo de Bellas Artes Sevilla).
Retrato de Amantina obra de su marido Manuel Villalobos (Museo de Bellas Artes Sevilla).

Cuando una ve que, en ese camino de reconocimiento y salvaguarda de la memoria de las mujeres que artísticamente han estado ligadas de una u otra a forma a la historia de nuestra tierra, van surgiendo sinergias que hacen que otras personas que transitan por senderos si no paralelos sÍ conectados entre sí, te hagan llegar referencias de nombres con los que se han topado por casualidad, y que pueden encajarte en esa búsqueda incansable, de alguna manera sientes que no lo estás haciendo del todo mal y que, aunque no lo sientas abiertamente, algo está calando en quienes están alrededor tuyo y te leen, quincena a quincena. Eso me pasó hace unas semanas cuando, a través de un amigo –eterno investigador de mil temas- me llegó la información de que había encontrado, entre la información que manejaba para otras cosas, la referencia de una poeta ligada a la generación del 27, nacida en Astorga. La referencia es que se llama Amantina Cobos, era astorgana de nacimiento, y que «estuvo presente (la única mujer) en el acto de Sevilla fundacional de la Generación del 27». Y a esta somera información de su carta de contacto, une un documento con varias referencias sobre dicha escritora. 

No pueden imaginarse la emoción que sentí al enfrentarme a esta información, totalmente novedosa por otra parte, pues a pesar de que hay varios autores astorganos que han dedicado esfuerzos a recoger el listado de autores (se supone que también de autoras) de la ciudad, o relacionados con la misma, el nombre de Amantina no me había aparecido nunca. Mi curiosidad fue en aumento tras los datos recibidos y, tras la lectura de lo recibido, quise saber más y me pasé un tiempo recabando más datos a través de las diferentes fuentes que de habitual manejo. Me sorprendieron los resultados, porque logré obtener mucho más de lo que en un primer momento hubiera pensado. Bien es cierto que, tras su marcha de la ciudad, no he encontrado ningún otro dato que una a la escritora con la misma, aunque el apellido Cobos sigue existiendo en Astorga ligado a diferentes familias. Quién sabe si alguna de ellas mantenga parentesco con ella, aún sin saberlo. En cualquier caso, desde ese mismo momento, abrí nuevo archivo dedicado este nuevo hallazgo y tomé la decisión de que en algún momento habría de formar parte de esta sección. No tenía muy claro el momento, y como funciono por pulsiones, hoy he sentido la necesidad de acercarles someramente a este personaje al que espero volver con el tiempo con más información y novedades, precisamente referidas a esa relación con el 27, en la que ahora no me voy a detener, porque prefiero situarla primero.

Conocida como Amantina Cobos Losúa, su verdadero nombre es Patrocinio Amancia Cobos Losúa. También vamos a poder localizarla como Amantina Cobos de Villalobos, por su matrimonio con el reconocido pintor del momento Manuel Villalobos, gracias al cual nos llega, por ejemplo, un retrato suyo, pintado en 1926 y que hoy podemos encontrar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Amantina nace en Astorga el 6 de junio de 1875, donde también habría nacido previamente su hermana Olimpia. Amantina será la menor de los tres hermanos de un matrimonio de origen burgalés, de carácter culto y conservador, y ambas serán bautizadas en la parroquia de Santa Marta. Sin tener noticia exacta de cuando se trasladan de ciudad, aparecerá domiciliada ya en Sevilla en compañía de su madre (viuda) y de su hermana, en 1896, lo que hace pensar que tal vez el traslado se produjera a la muerte del padre. Será precisamente entre Sevilla y Mérida (Badajoz), donde también habrían de vivir por temporadas, alternando en ambos lugares –las dos hermanas- la realización de sus estudios de Magisterio, primero los básicos y luego los superiores. Tras los mismos, Amantina, ejercerá la docencia en diversas localidades sevillanas, incluida –finalmente- la capital. En 1910 se casará con el pintor Manuel Villalobos, que también ejerce como docente y como socio de algunas asociaciones en las que ella participa, y tras una vida cultural y educativamente muy intensa, morirá en Sevilla ochenta y cinco años después de su nacimiento, el 16 de enero de 1961. Maestra, periodista y escritora, es además una activa conferenciante –con especial atención a la enseñanza, que trata de mejorar y renovar a través tanto de sus conferencias como de sus artículos- y activista cultural, como veremos en relación con lo que será la creación del Ateneo Femenino de Sevilla. Sus colaboraciones periodísticas comienzan en el año 1904 y combinarán escritos poéticos, artículos de opinión e, incluso, algunos cuentos, extendiéndose por revistas y periódicos tanto extremeños como andaluces (de diversas provincias), a través de los cuales queda claramente patente su prolífica actividad y la amplia red literaria que llegó a formar.

De su poesía podemos decir que presenta un carácter muy variado, aunque gran parte de la localizada hasta el momento cuente con un claro componente de religiosidad, cuando no de tradición. Pero su obra en general, en la que podemos incluir esos numerosos artículos que nos dejó, presentan también un marcado carácter intelectual y feminista, que se acompañó de sus esfuerzos por lograr un espacio en el que las mujeres tuvieran libre acceso a la cultura a la que tan restringidas estaban. En la línea de lograr este empeño, su aspiración por crear el Ateneo Femenino de Sevilla, aspiración por la que lucha con trabajo y tesón, junto a Dolores Moya, y rodeándose de otras mujeres –muchas de ellas maestras o profesoras- que creían en el proyecto: la creación de un espacio que albergara y diera voz a las intelectuales de la ciudad, y del que Amantina se convertiría en presidenta en cuya mente estaba claro el hecho de que las jóvenes de clase media y obrera encontrarán en el Ateneo enseñanzas adecuadas a sus aptitudes o aficiones: biblioteca selecta y escrupulosamente escogida para formar su espíritu en la buena literatura nacional –buena en todos conceptos- y en las mejores traducciones extranjeras” (Cobos, 1930)

No se sabe muy bien el tiempo que duró esta institución, que desapareció definitivamente con la llegada de la guerra, pues a pesar de la ausencia de fin político se vieron “sin protecciones ni subvenciones ni oficiales y ni siquiera particulares” (Cobos, 1930). Y, sin embargo, antes de su inauguración oficial el Ateneo contaba ya con 400 socias, y todo el proceso de creación sería ampliamente seguido por el diario El Liberal, en el que colaboraban tanto Moya como Cobos. Al respecto de este Ateneo, según algunas fuentes, podría haber sucedido que allá por 1919, Amantina hubiera realizado ya un primer intento de ponerlo en marcha, sin llegar a buen puerto, pero esto no es más que un apunte que no he podido contrastar en ninguna fuente fiable.

Centrándonos en su relación con la Edad de Plata- Generación del 27, gracias a la autora Eva Moreno-Lago, de la Universidad de Sevilla, a pesar de la ausencia de mujeres señalada por Dámaso Alonso en los actos homenaje a Góngora que dieron paso a la creación de la misma, Amantina sí que habría estado presente en aquel momento. Y así lo recoge la prensa sevillana, aludiendo a su presencia, un aspecto que, como ya comenté antes, habrá que afrontar en el futuro con mayor profundizad. Mientras, hoy sabemos que, por aquel entonces, Amantina, además de su continua presencia en prensa y como conferenciante, ya cuenta en su haber con varias obras publicadas: algunos poemarios, varias novelas cortas, la recopilación de las obras de su hermana, u otras marcadas por su profundo interés por la historia y las tradiciones. Ese es el caso de Mujeres célebres sevillanas, que publicará en 1917, un curioso acercamiento a veintisiete “mujeres eminentes vinculadas a Sevilla”, en la que además del correspondiente acercamiento biográfico, en el que gusta destacar los logros personales y literarios de cada una de ellas, Amantina incorporará un poema propio –siempre en formato soneto- que le dedicará a cada una. Se trata de un recorrido por mujeres –también vinculadas al mundo de las letras- con las que por orden cronológico inverso, recorre la historia sevillana desde las más cercanas hasta el siglo II, con Marcia, del aún periodo romano, y sin olvidar el recorrido por los nombres de algunas de las mujeres ligadas a los tiempos de dominación musulmana de la ciudad. El libro fue generosamente prologado, halagos incluidos, por el entonces cronista de la ciudad D. Luis Montoto, y hace unos años, en 2008, fue reeditado bajo el título de Mujeres sevillanas ilustres. También siguiendo la línea de ese interés por la investigación histórica, en 1927 publicará el ensayo Apuntes históricos de San Juan de Aznalfarache, con cuyo motivo, dará en aquel mismo año una conferencia organizada por el Ateneo de Sevilla, de la que extracto estas palabras, que nos permiten intuir el grado de implicación en los datos manejados al respecto:

- Yo recomendaría a los turistas que pasaran algunas horas, una noche de luna, en este atrio o porche de la iglesia de San Juan de Aznalfarache, y tendrán durante mucho tiempo el recuerdo de esa inefable emoción estética que causa en los espíritus selectos la contemplación de las cosas muy bellas.

Para continuar, con palabras de otros, diciendo: En el romancero de Al-Motamid se leen aquellos versos:

Es una novia Sevilla, /  es su novio Ben-Abad’ / su cintura el Aljarafe, / Guadalquivir su collar. (...).

Siguiendo el recorrido de esta escritora de origen astorgano, aunque literariamente se desarrollara en otras tierras, no deja de llamarme la atención una casualidad que viene a unirla con la que este año está siendo el principal foco de mi atención, la también maestra y como ella articulista, Faustina Álvarez García (1874-1927), que aunque no vivió tanto como ella, sí compartió época y su fuerte apuesta por la independencia económica de la mujer, cuya defensa a ultranza la llevó en su momento a comentar, «con un tono irónico y asaltante», una conferencia dada por Jacinto Benavente, en el Teatro de San Fernando de Sevilla, precisamente bajo el título “La mujer y su mayor enemigo”, en el que este se posicionaba claramente en contra del trabajo femenino fuera de casa al considerar que este las (nos) saca de las tareas del hogar (¿nos suena el tipo de discurso? pues se daba nada más y nada menos en 1924, hace ya más de un siglo, para que veamos lo mucho que avanza una parte determinada de la sociedad).

Aún no lo había dicho, pero este descubrimiento se lo tengo que agradecer a Alejandro Valderas, archivero universitario y buen amigo que de vez en cuando me hace llegar perlas como esta. Espero volver más adelante y en mayor profundidad sobre el personaje pues aunque, como tantos otros, voló lejos de nuestra tierra, no deja de tener esa conexión que los convierte en parte de nuestra historia. Y es que, si en Asturias siguen reivindicando a nuestro admirado Antonio Gamoneda como poeta propio, aún cuando llegó a nuestra tierra en su más tierna infancia, ¿por qué no hemos de reconocer también nosotros el hilo que mantiene unidos a diferentes nombres de la literatura –aunque hayan sido olvidados en el tiempo- con la tierra que los vio llegar al mundo? Seguimos en la brecha.

Mientras tanto, cierro con estos versos de uno de sus poemas de la época de preguerra

(...) Hay junto a una fuente, mansa y cristalina / una campesina / con ojos más negros que el genio del mal, / y hay en sus pupilas húmedas y obscuras / las fosforescencias de las sepulturas / en noche estival (...)
(De “El misterio de los ojos”, 1917, recogida en Amantina Cobos Losúa. Poemas reunidos, Dykinson,S.L. 2023)


 

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