Fueron niños de la guerra, adolescentes en la posguerra, jóvenes en el franquismo y adultos en la transición, una generación que levantó discretamente, desde las ruinas, el país que tenemos. Fueron testigos infantiles del fracaso colectivo de la contienda civil y arrastraron, a lo largo de sus vidas, relatos estremecedores, imágenes imborrables de crueldad y recuerdos del hambre.
Me contó mi padre que entraron en su escuela y les obligaron a gritar llamando a dios para que vieran que no respondía y que, por lo tanto, no existía; y, a los pocos meses, les ordenaban rezar de pie todos los días.
De entre el odio de las dos Españas salieron sin levantar la voz, esperando mejorar, trabajando de lo que fuera, confiando en que sus hijos estudiaran como ellos habrían querido. En realidad, creyeron en la democracia cuando se acabó la dictadura porque se la recomendaba gente con estudios, personas que no eran ni militares, ni ricos, ni clérigos, ni revolucionarios, sino gente con estudios, como el profesor, como el abogado, como el médico.

Mi madre, sin pensar si era feminista o no, les dijo a mis hermanas que estudiaran y que tuvieran un trabajo propio, que fueran independientes.
Se exponen, en las salas de la Fundación Sierra Pambley, hasta el 19 de diciembre, veinte obras de fotoperiodistas pertenecientes al archivo gráfico de la Agencia EFE que ilustran la Transición Española en León, ese periodo ejemplar de nuestra historia cuya memoria algunos pocos están empeñados en estropear.
Se ven en esas fotografías manifestaciones multitudinarias que reivindicaban la participación ciudadana en los asuntos del campo o el carbón, que pedían la autonomía leonesa, reuniones de dirigentes, visitas de personalidades del momento; pero he de reconocer que en esas imágenes, más allá de las caras del rey, la reina o los políticos de entonces, he buscado entre la multitud a mis padres sin hallarlos, pero sí he encontrando a toda esa gente que fueron, como ellos, el fondo de los otros, personajes secundarios pero protagonistas de sus propias vidas, que siendo niños de la guerra siguieron adelante, para ser no los auténticos protagonistas de su tiempo sino sus autores.