«Solamente los ríos de media y alta montaña libres, limpios y tranquilos, allí donde abundan los pequeños invertebrados acuáticos y el agua salta entre chorreras y rabiones, nos permiten contemplar la rechoncha silueta de un ave que está ligada como pocas al buen estado ambiental del entorno en el que se desenvuelve. El mirlo acuático depende absolutamente de los cursos bien conservados y, por ello, su número desciende alarmantemente en casi toda su área de distribución». (SEO Birdlife).
Quiero presentaros al mirlo acuático, la primera de las especies sobre las que voy a escribir este verano. Un ave de mediano tamaño y de forma más bien rechonchina que habita los ríos y arroyos de la montaña leonesa y que está llena de sorpresas.

Lo primero que debemos saber sobre ellos es que son unos buceadores excelentes, pues de ello depende su sustento, y son dignos de contemplar cuando se sumergen en la poderosa corriente en busca de invertebrados. Son capaces de sumergirse en la parte más embravecida del río y de salir unos segundos después como si nada, en corrientes que arrastrarían con facilidad a una persona.
Fuera del agua son muy inquietos y nunca abandonan el cauce del río, vuelan incansablemente arriba y abajo emitiendo su característico canto corto “chuick chuick”. Suelen posarse en rocas en el propio curso del río y parece que vivan en un “baile” constante en el que levantan la cola y realizan flexiones con las patas.
Comienzan la época de reproducción del mirlo acuático con la llegada de la primavera, el macho corteja a la hembra con un baile extendiendo las alas nerviosamente delante de ella y, cuando los huevos eclosionan unos 16 días después de la puesta, ambos progenitores se encargan de cuidar de la puesta. Habitualmente existe una segunda puesta.
Está estrictamente ligado a las aguas de buena calidad y es muy sensible al deterioro de sus hábitats, aunque pueda tolerar medianamente la presencia humana. La degradación de las cuencas por contaminación y la acidificación de las aguas provoca la desaparición de los invertebrados de los que se alimenta (moluscos, larvas, insectos) y la construcción de presas o canales reduce su hábitat óptimo si bien en ocasiones es capaz de adaptarse.

Es posible observarlos tanto en arroyos como en los cursos superiores de los grandes ríos de la montaña leonesa y yo he podido disfrutar con ellos en el Alto Sil, Porma, Curueño, Esla, Yuso, Cea, y otros tantos ríos y afluentes de estos mismos.
Quiero recomendaros encarecidamente a los lectores a que os detengais a observarlos si veis alguno, desde la orilla del río, desde un puente, no os dejarán indiferentes. Os conquistarán con sus bailes y os impresionarán con sus internadas en la corriente. Pero para ello hay que observar, no basta con verlos, observar implica detenerse y prestar atención y eso en la naturaleza siempre termina siendo una buena idea.
