- ¿Alguien sabe porqué lo cerraron?
La teoría más extendida entre los riañeses, visitantes de la comarca y gentes que recuerdan el lugar con nostalgia es que «forma parte de la ‘trama’ para cerrar la presa del pantano. Ver el paisaje desde sus terrazas era poner ante los ojos de la gente la belleza de lo que se iba a sacrificar, el valle que se iba a ahogar...
Así lo recuerda Fernando Rubio: «En los años 50 no había lujo mayor que sentarse en el mirador del Parador de Riaño y dejarse llevar. Era, aseguran, un espectáculo único. Allí, abrazado por la naturaleza el entorno era casi divino, cambiante, cargado de colores, bordado con un pincel y con una muestra de la naturaleza sin igual».
Cuando él subió hasta allí, en 1979, ya hacía 10 años que había cerrado sus puertas y habitaciones, pero «aquel edificio, ya deshabitado, aún conservaba su grandeza y esplendor antiguos».
En los años 50 no había lujo mayor que sentarse en el mirador del Parador de Riaño y dejarse llevar. Un espectáculo único, abrazado por la naturaleza, el entorno era casi divino Su vida fue incomprensiblemente efímera, no llegó a los veinte años de vida pues fue inaugurado oficialmente el 7 de julio de 1951. Dos décadas de «aquella belleza turística que, además, daba empleo a 30 personas y desde su apertura mantuvo una intensa actividad que se extendió hasta 1961. Fue entonces cuando se optó por aperturas parciales dada la adversa climatología, aunque aquella decisión en realidad marcaba su camino hacia un cierre definitivo que se hizo realidad en 1969, fecha en la que cabe recordar que ya habían pasado 6 años del acuerdo definitivo para cerrar el controvertido pantano de Riaño, por medio del llamado ‘Anteproyecto del Embalse de la Remolina’, (junio de 1963), pasando por el Decreto 2.755, que aprobaba las Medidas para el desarrollo económico y social de Tierra de Campos, en 1966, y tuvieron que pasar 7 años para finalizar la Presa, otoño de 1976 y 18 hasta la destrucción del pueblo, julio de 1987, de la inundación y llenado del pantano», según los datos precisos, de los que tan amigo es Fernando Rubio.
Aunque no por ello desestima las miradas literarias, tan repetidas en aquella larga y desesperante espera a un desenlace final del pantano, tan triste como el del parador de turismo. Se queda con un clásico de nuestra literatura, Antonio Gamoneda, y a su vez con una voz valiente, que nunca esconde sus opiniones, de palabra o en verso, en sus poemas: ««Pero vuelvo a Riaño, a Riaño sin más.A sus calles pacíficas, al extenso friso azul que se ofrecía a la mirada desde el gran balcón corrido del Parador. Pero, ¿he dicho que vuelvo? ¡Qué tramposo puede ser el lenguaje! No puede ser: ya no hay Riaño. Y no me quieran dar gato por liebre.
Alguien nos lo ha robado, y con él,alguien ha robado la otra gran realidad: la de ser parte del derecho a ser aceptablemente feliz.

Supongo que mi cuota de sufrimiento a causa de Riaño no será la más grande. Si ellos, losverdaderos sufrienteshablasen ...». Son las reflexiones del premio Cervantes para el libro colectivo ‘Mi Riaño’, del año 2007, al cumplirse los veinte años del cierre de aquella presa, del derribo de aquellas casas sin dejar piedra sobre piedra, de los enfrentamientos, de la muerte de Simón Pardo, que amó más a su tierra que a su vida y se pegó un tiro mortal en el amanecer del día que iban a derribar su casa... como había anunciado.
Riaño ha escuchado frecuentes cantos de sirena sobre la posibilidad de construir allí «otro parador» que sólo han sido eso, cantos de sirena, y estamos en tiempos propicios para que vuelvan a sonar. Riaño ha buscado miradores, bancossobre el paisaje, columpios, lugares mágicos que recuerden aquellas vistas sobre el valle que ofrecía el Parador y que tal vez le causaron la muerte por enseñar aquello que iban a ahogar.