Manuel Pilares: "Un escritor furtivo y de tercera regional"

El minero, sindicalista y escritor "de tercera regional", según él, es uno de esos personajes cuya vida es una buena novela. El MSM rescata su figura al proponer como Libro del mes para estos días de lectura una de sus obras, ‘Poemas mineros’

Fulgencio Fernández
14/03/2020
 Actualizado a 14/03/2020
Manuel Pilares, seudónimo de Manuel Fernández Martínez, minero y escritor, protagoniza el Libro del mes de marzo del Museo de la Minería de Sabero.
Manuel Pilares, seudónimo de Manuel Fernández Martínez, minero y escritor, protagoniza el Libro del mes de marzo del Museo de la Minería de Sabero.
Se acercan -más bien ya están aquí— tiempos que bien podrían ser de lectura, no llegará a que escaseen los volúmenes en las estanterías de las librerías como si fuera papel higiénico en los supermercados pero tal vez en los ocios forzosos encuentre un espacio la lectura. Libros no faltan y para gustos hay colores.

El Museo de la Siderurgia y la Minería de Sabero hace una propuesta de lectura dentro de su programa ‘Libro del mes’, y para marzo recomienda la lectura de ‘Poemas mineros’, del Manolo Pilares, un singular personaje por lo que la propuesta se podría ampliar de leer su libro —u otros suyos— a conocer su biografía. No decepcionara este minero  que bien responde a aquella reflexión del escritor más de actualidad en estas fechas, Benito Pérez Galdós, quien un día recordara que «por doquiera el hombre va, lleva consigo su novela».

Y Manolo Pilares —en realidad Manuel Fernández Martínez— llevaba consigo una novela y escribió varios libros más, tanto en verso como en prosa: ‘Poemas mineros’; ‘Sociedad limitada’; ‘Primer libro de antisueños’; ‘Segundo libro de antisueños’, y en prosa ‘El andén’; ‘Historias de la cuenca minera’; ‘Cuentos de la buena y la mala pipa’. Fue premio ‘Juventud’ por su narración, ‘Los Ángeles neutrales’.Recordaba Eduardo Haro Tecglen otra ocupación artística de Pilares, menos conocida pero importante, la de guionistas de cine: «Fiel a la humildad, tan rara en un escritor, su oficio era el de guionista de cine, que es la manera de escribir que más se sacrifica al anonimato, que méritos pretende la vanidad, aunque su director habitual, Fernando Fernán-Gómez —la amistad, también, conservada en el fondo del viejo pozo— pusiera su nombre en buenos caracteres del genérico, y junto al suyo».Vaya por delante que Pilares era, además, un gran socarrón y era él mismo quien se definía muchas veces en las dedicatorias de sus libros, como recordaba su amigo Eduardo Haro Tecglen con dos de ellas:«Soy un escritor furtivo y de tercera regional» o «No he corregido las erratas, porque, en mi caso, siempre mejoran el texto». Otra prueba de su fina ironía aparece en sus esperadas tarjetas de Navidad, unas postales en las que escribía por el exterior: «Manuel Pilares versificó. Manuel Pilares dibujó. Y Manuel Pilares le felicitó». También era un buen dibujante y acompañaba las ilustraciones con poemas, muchas veces referidos a la realidad política del momento, en los que por ejemplo se podía leer: «La falta de calidad / del poema y del papel / se debe a las leyes del Gobierno / y a la austeridad. // Tengan Feliz Navidad / tengan buen año también / tengan mejor ten con ten / y tengan salud y aguante / aunque le den por delante / y aunque por detrás le den»; escribía en una de 1978, en plana época del debate sobre el Eurocomunismo que abanderaba en España Carrillo:«Dijo Santiago Carrillo / que venga Dios y lo vea /  y se crea o no se crea / a falta de hoz y martillo / en lo rojo y amarillo / de la enseña nacional / la ceguera sigue igual / que en los años del franquismo; / Dios y el Eurocomunismo / nos libren de ver tan mal».Las hoces y martillos con las que adornaba sus postales no eran necesarias para conocer la ideología de este minero luchador y sindicalista. Y estas intrahistorias llevan incluso a su propio seudónimo, Pilares, «porque en mi juventud tuve varias novias y todas se llamaban Pilar, por fidelidad a ellas elegí Pilares».Otra fidelidad, en este caso rural y asturiana, era la boina que casi siempre adornaba su cabeza.Le gustaba presumir de minero, que lo había sido, pero la verdad completa es que Manolo Pilares además había atesorado una sólida formación, tanto académica como laboral: Estudio bachillerato, magisterio y astronomía, fue también un gran viajero y ocupó  los más variados oficios: minero, estibador en el puerto de Marsella, ferroviario… Pero vayamos al inicio de la biografía de Manolo Pilares, nacido a muy pocos metros de ‘la raya’ entre Asturias y León en 1921, en Vega del Ciego, uno de los primeros pueblos de las estribaciones del  Puerto de Pajares, por lo que en sus años de estancia en Asturias era también un habitual de pueblos como Busdongo o Villamanín, así como las minas de la comarca de Gordón. Como la mayoría de sus paisanos Pilares comenzó trabajando en el campo antes de cambiar a la mina, tal y como contaba en un poema. «Aquel labrador cambió / su yunta y su arado por / un martillo picador. // Nada perdió. // Cambio el surco a la intemperie / por el que nunca esta al sol. / Cambio la rama y el fruto / por la raíz de la flor. // Cambio la espiga de trigo / por la piedra de carbón. / Y el kikiriki del gallo / por el rin rin del reloj. // Al cambiarse por minero / nada perdió el labrador».

El gran cronista de las cosas y las gentes de Asturias, Ignacio Gracia Noriega, también fue buen amigo de Pilares, uno de los que recibía sus tarjetones por Navidad. En un artículo en el que lo recordaba escribía sobre él: «Manuel Pilares había sido a lo largo de su vida un poco de todo: minero, descargador internacional de muelles, soldado sin fortuna, ferroviario y poeta. Como ferroviario, sin duda conocía aquellos versos que le oí recitar alguna vez a Ramón Díaz el ‘Capi’: Como el tren en su carrera / marcha el mundo hacia el abismo, / y no lo dudéis siquiera. / Sólo una roja bandera / evitará el cataclismo. Como poeta era ‘rey del ripio’, pero también del sentimiento. A veces se encrespaba y gritaba: ‘¡Despertad! ¡Vivimos / una sola vida!’. Y yo creo que más que poeta en verso, Manuel Pilares era poeta en prosa, autor de cuentos excelentes, sencillos y efectivos, plenos de sentimiento. De cualquier suceso de esos que ocurren en la vida corriente era capaz de sacar un cuento Manolo. En sus cuentos hay humor, amor y una melancolía que se hace burlona cuando el autor se da la razón y reconoce que ‘vivimos una sola vida, y ¿para qué amargarla?».

Se instaló en Madrid, era habitual del Café Gijón, y paseaba por la ciudad con una boina soviética y la estrella de cinco puntas pues, decía Noriega, «no se había enterado de que había caído el muro de Berlín, y proclamaba, en Cuatro Caminos, o en la Puerta del Sol: ‘En España, aunque haya socialistas, no hay rojos. Sólo hay el Rojo, y ése soy yo’. Se consideraba el «rojo» por antonomasia, y cuando conseguía reunir cuatro perras (pues era obrero en el paro y sin subsidio) se marchaba a Moscú a curarse de nostalgias».
No lo dudes, «por doquiera Manolo va, lleva consigo su novela».
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