Sus piezas son un recorrido por distintas edades, sexos, posturas y formas que puede adoptar el ser humano. Jóvenes, niños, parejas, padres e hijos se van sucediendo junto a mujeres que se contorsionan o que se lanzan a una pétrea piscina, bien resueltos, pero en sus rostros no hay expresión alguna, la expresión la muestran con sus propios cuerpos, sentados, tumbados, apoyándose en el otro, recostados, retorciendo sus cuerpos.

Tres piezas son íntegramente en madera de olivo. Por un lado, una escultura vertical en la que aparecen formas retorcidas como partes de un cuerpo que sale de la madera, porque como dice el propio autor «los materiales nobles mandan siempre, no puedes trabajar lo que quieras si la piedra no es la que te deja trabajar, por formas, por vetas, por tamaño y el artista solamente saca lo que hay en su interior, los sentimientos están dentro de la piedra y cada uno ve lo que quiere ver».
Las otras dos piezas son bloques grandes de madera en las que se ven formas de personas echadas dentro de la madera, que según el autor son raíces de olivo viejas y buscando las formas de la raíz y trabajando la madera se sacan las figuras de las personas. El resultado es excelente y muy llamativo ya que la parte trabajada, es decir las figuras de personas en diferentes posturas tienen un tono más claro al haber sido trabajadas, mientras que la parte vieja mantiene su tono oscuro original. En esta exposición el autor intenta mostrar la expresividad de esas posturas que adaptan las personas a lo largo del día, en distintas actividades, en un tamaño pequeño adaptado al espectador.
Podrá contemplarse en la sala Vela Zanetti hasta el día 25 de septiembre.