Julián Hernández recala en León: "Estamos sufriendo las consecuencias de no haber barrido la casa"

El que fuera líder de Siniestro Total recala en La Casona de San Feliz este jueves de la mano de su novela 'Han de caer del todo'

19/11/2025
 Actualizado a 19/11/2025
Una imagen de Julián Hernández, eterno líder de la banda Siniestro Total y autor de la novela ‘Han de caer del todo’ que llega este jueves a San Feliz. | CEDIDA
Una imagen de Julián Hernández, eterno líder de la banda Siniestro Total y autor de la novela ‘Han de caer del todo’ que llega este jueves a San Feliz. | CEDIDA

Puede que con sombrero, pero seguro que con un buen par de gafas. Así es como se imagina el interlocutor a Julián Hernández, tras almozar en Oviedo junto al editor de una publicación que este jueves (19:30 horas) llega de su mano a La Casona de San Feliz de Torío en el marco del ciclo ‘La letra de la música’. Será en el enclave gestionado por Héctor Escobar donde el músico y escritor natural de Vigo recale para presentar ‘Han de caer del todo’, una novela «de peripecias» que desentraña una historia ocurrida hace cincuenta años en el monte El Pardo de Madrid, casi dos décadas después de que los testigos de Jehová profetizaran el 'armagedón', que acontecería, precisamente, en el otoño de 1975. 

«En otoño del 75 fueron los últimos fusilamientos y Franco empezó a agonizar de una manera salvaje», cuenta Hernández, que por aquel entonces tenía unos quince años: «A lo mejor el 'armagedón' no pasó para el planeta entero, pero para los cinco chavales fusilados y para el propio Franco, sí». Entre sus páginas, el gallego desentraña la aventura de un héroe que «intenta rescatar a uno de los fusilados». Lo cuenta desde Oviedo, al otro lado del teléfono y ataviado –seguro– con un buen par de gafas y –quizás– un sombrero, el que fuera líder de la banda Siniestro Total durante cuarenta años. 

– La novela se llama ‘Han de caer del todo’, ¿pero quién ha de caer?
– La frase es del final del Quijote– ríe ligero– porque la gente siempre habla del principio, pero nadie sabe cómo termina, por lo visto. La frase es la que dice Cide Hamete Benengeli, que es el personaje ficticio que escribe la historia. Habla de los libros de caballerías y de que, gracias a su don Quijote, más pronto que tarde, han de caer del todo con toda seguridad. La frase me venía al pelo. Lo que me pareció increíble fue que no se hubiera utilizado antes.

A esa alusión a la obra de Cervantes la describe «robo con premeditación y alevosía». Al decirlo, su cadencia se torna ironía; esa que a sus letras ha acompañado siempre. También, esa que caracteriza a la sátira y al desencanto de los que rehúye para reseñar su propia obra. «La historia es más esperpéntica que satírica», apunta: «Sí hay un escepticismo brutal por todas partes, pero a carcajada limpia. Yo me lo pasé muy bien escribiendo. No estaba desencantado de nada, sino todo lo contrario: si al escribir puedes ejercer una manera de venganza, pues mira: no está mal».

– La memoria histórica es otro de los elementos presentes en la publicación, que sale a la luz cuando se cumplen cinco décadas de la muerte de Franco. ¿Es una casualidad o algo premeditado?

–Sé que suena muy raro, pero es una puta coincidencia– revela y el taco no puede sonar más oportuno, como si se deslizara. Uno de los gajes de toda una vida entre palabras es que ninguna es realmente malsonante.– Hablé con Trama, mi editorial, al final del año pasado y pensamos en publicarla para la Feria del Libro. Cuando ya estábamos metidos en todo el fregao’, de repente sale Pedro Sánchez diciendo que este año se cumplían los cincuenta –ríe– de la entrada de España en libertad... Bueno, una tontería, porque al día siguiente de la muerte de Franco no pasó nada. 

Las primeras letras de ‘Han de caer del todo’ encontraron en el papel su hogar hace ya unos diez años. «Parece absurdo porque sólo tiene doscientas páginas, pero es que llevaba tal cantidad de cosas escritas...», relata: «Al final fueron los personajes los que decidieron que había que acortarla para que fuera una novela mucho más civilizada». 

Portada de 'Han de caer del todo' (Trama Editorial).
Portada de 'Han de caer del todo' (Trama Editorial).

– ¿Vivimos unos tiempos en los que cada vez más se habla de memoria y cada vez menos se la ejercita?

– Yo lo que creo, y cada vez estoy más convencido, es que aquí no se cambió nada–responde, haciendo de la sinceridad un sinónimo de sosiego. No hay asomo de vehemencia en su discurrir.– El otro día se emitía en Televisión Española un documental, una especie de docudrama o como fuera, sobre lo que organizó Adolfo Suárez para convencer a los procuradores en Cortes más recalcitrantes del régimen de Franco para que entrara una Ley de Reforma Democrática, que el rey y tal llegaran con un cierto marchamo de europeización de España... Pero no se cambiaron los jueces, ni los curas, ni la policía, ni los militares, ni los bancos. Nada cambió y ahora estamos sufriendo las consecuencias de no haber barrido la casa– habla del tirón, impregnado de serenidad.– La gente habla de memoria cuando de lo que tenemos que hablar es del presente. La única manera– duda un instante...– Que no va a ser posible porque ya se nos pasó el arroz, era haber evitado directamente que un jefe de Estado designado por Franco llegara al poder. Todo lo demás, alrededor, siguió funcionando como sigue funcionando ahora mismo: está Felipe VI, hijo de Juan Carlos I, que ahora escribe unas memorias diciendo que Franco era un tipo estupendo...

– Tiene algo de surrealista.

– Estoy totalmente de acuerdo. España, después de México, es el país más surrealista del mundo.

El autor alude a esa declaración que se atribuye al fundador del movimiento, el francés André Breton, que recibió un fuerte impacto emocional en su visita al país latinoamericano. Lo hace en una de las múltiples muestras de su amplio abanico de referencias, pues son muchas las ocasiones en que refiere ideas de otras gentes, como relegando las suyas propias en un ejercicio de humildad. Quizá, fruto de la misma, surjan declaraciones como la que hace tres años concedió al Faro de Vigo: «A la escritura se llega porque no queda de otra, diría yo». 

– No me acordaba– ríe a mandíbula batiente.– A mí es que no me queda de otra, no por nada, pero me parece una de las cosas más divertidas del mundo. Sí que es cierto que no me queda más remedio porque es mi medio de expresión: llevo escribiendo letras, también de canciones, toda mi vida.

Letras, muchas de ellas –tanto de publicaciones como de canciones–, teñidas de un amplio sentido del humor. «Que sea un divertimento no quiere decir que no sea serio», dice: «Lo contrario de lo divertido es lo aburrido, no lo serio. Es una cosa que decía Chesterton y que repetía constantemente Moncho Alpuente. Yo lo suscribo porque la diversión puede ser la cosa más seria del mundo; de hecho, el Quijote es muy divertido y a todo el mundo le parece un libro muy serio».

–¿Hay vestigios de las letras de Siniestro Total en libros como ‘Han de caer del todo’?

–Pues esta vez con lo que estoy encantado es que es la primera vez de todos los libros que he publicado, que tampoco son muchos, en que debajo de mi nombre no aparece, entre paréntesis, Siniestro Total. De repente digo: mira, es un pluriempleo, pero por lo menos no tengo que depender del otro.

–¿Ese paréntesis molesta?

–No me molesta. Me hace gracia que en todos los libros, fuesen ensayos o novelas, siempre apareciera, pero no es ni bueno ni malo.

El músico y escritor apuesta con firmeza por que la risa y la seriedad son completamente compatibles.CEDIDA
El músico y escritor apuesta con firmeza por que la risa y la seriedad son completamente compatibles. | CEDIDA

En aquella entrevista con Ana Gutiérrez para el periódico vigués, Hernández sentenciaba que, en realidad, los gustos del público los crean los propios músicos. Aun sin tener «mucha idea de cómo está el mercado» de los libros, el autor es de la opinión de que, en materia de literatura, la situación se replica.

–Decía Agustín Fernández Mallo «yo no escribo para la gente, escribo para mí»– vuelve a referir.– Luego puede haber gente que diga «esto es para mí» o «esto me divierte». Eso está muy bien, pero un grupo como Siniestro Total nunca hace lo que le digan que tiene que hacer.

–Pero sí hay grupos y autores que hacen lo que se les dice que deben hacer. O que publican más por vender que por contar algo.

–Hombre, es como lo del Premio Planeta. Ese hombre de barba y tal que sale por ahí... El otro día leía una especie de análisis de Julio Tovar en el que aparecía una frase de la novela que dice «tu coño es mi droga». Pues hombre, a lo mejor es que las cosas hacen aguas por todas partes... Va uno leyendo el artículo y va diciendo «ay, ay, ay, ay»– ríe de nuevo.– Es un desastre, pero eso vende porque es el Premio Plantea y tal vez tiene frases de ese tipo que se supone que son terriblemente provocadora y que, sencillamente, son una bobadas como la copa de un pino. Así va todo, pero no pasa nada: no es una novedad, llevamos así toda la vida. 

–En ese sentido, ¿está el arte condenado al fracaso?

– El fracaso está clarísimo siempre. Siempre ha estado bien: es mucho más importante que el éxito– de nuevo, una leve carcajada.– No sé si era Luis Cernuda el que decía algo así, pero yo creo que sí; que no hace falta el éxito ni ser Rosalía todo el día. Se trata de que las cosas no van bien, pero que no hay que preocuparse por eso: si hay que volver a las catacumbas, se vuelve a las catacumbas. ¡Si siempre estuvimos ahí! No sé qué demonios hacemos asomando un poco la nariz por fuera. 

–¿Ha escuchado el eterno líder de Siniestro Total el nuevo disco de Rosalía?

–¿Que si lo he escuchado?

–Sí.

–No, porque de Rosalía me interesan más las letras y las letras sí que tienen un componente de ultraderecha serio. Lo de la religión de repente... En el disco anterior ya vi una canción que empezaba diciendo «primero Dios, luego follar»– «segundo es chingarte, lo primero es Dios».– Cuando ya dices eso... Empezamos con lo de «tu coño es mi droga». Es que son todos iguales... Son unos guarros encima– ríe una vez más.– Llegar a Dios por los genitales. Está bien.

Y ríe otra. Y otra. Y otra más. Y, perdida ya la cuenta de las veces que se ha echado a reír, Julián Hernández termina confesando que no le importa demasiado que, además del nombre del grupo que ha formado parte de su vida durante cuarenta años, junto al suyo siempre aparezca el adjetivo ‘irreverente’. «El otro día lo leí asociado a Albert Pla, así que es un honor: no hay ningún problema», termina por decir. Lo suelta risueño, a caballo entre el humor y la seriedad. O conjugándolos, como en sus letras, donde siempre resultan ser la misma cosa.

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