José Álvarez Guerra: "Vale la pena conocer las casas por su aspecto, pero también por su historia"

La Nueva Crónica y el Ayuntamiento de León publican ‘Casas leonesas con nombre y apellido’, que se presenta el martes 23 a las 19 horas en el Colegio deArquitectos y se pone a la venta desde este domingo por sólo 11,95 euros en todos los kioscos

20/12/2025
 Actualizado a 20/12/2025
El director de La Nueva Crónica, David Rubio, el alcalde de León, José Antonio Diez, y el arquitecto José Álvarez Guerra. | FERNANDO OTERO
El director de La Nueva Crónica, David Rubio, el alcalde de León, José Antonio Diez, y el arquitecto José Álvarez Guerra. | FERNANDO OTERO

La Nueva Crónica y el Ayuntamiento de León, con la colaboración de la Cámara de la Propiedad Urbana, la fundación Monteleón y el Colegio de Arquitectos, publican el libro ‘Casas leonesas con nombre y apellido’, un recorrido por los edificios civiles de la capital leonessa contados por quienes fueron sus autores: los arquitectos. Hay muchas curiosidades en los edificios en los que vivimos o junto a los que pasamos todos los días y de ellas se da buena cuenta en este libro que sale a la venta este domingo 21 de diciembre con La Nueva Crónica por sólo 11,95 euros en los kioscos, y que se presentará de forma oficial el próximo martes 23 de diciembre a las 19 horas en el Colegio de Arquitectos (calle Conde Luna, 6). El coordinador de este libro ha sido el arquitecto José Álvarez Guerra, apasionado de su oficio y que ha hecho la selección de edificios y ha contactado con sus autores para que fuera los propios arquitectos los que hablaran de cada edificio.

– ¿Cómo nace la idea de reunir en un solo volumen tantas casas singulares de León con historia propia y nombre reconocido? 
– Pues David, el director de La Nueva Crónica, al que supongo que lo conoces, me propuso que, como ya se había publicado por este periódico un volumen dedicado a los edificios singulares del Ayuntamiento de León, podía encargarme de complementarlo con otro con la misma idea de singularidad, pero de edificios privados. Así, sin aviso previo ni nada. Reconozco que, de primeras, no estaba muy convencido, en parte porque no sabía por dónde empezar y más aún  porque tenía total libertad para elegir los edificios y cómo hacerlo. Luego pensé que era una oportunidad de dar a conocer el trabajo «normal» que los arquitectos habían dejado en la ciudad durante años, va bastante más allá de los planos y documentaciones del tocho que luego se somete a licencia. 

– Como coordinador del libro, ¿cuál ha sido el mayor reto a la hora de seleccionar los edificios que finalmente aparecen en esta obra?
– Pues no fue fácil ni automático. Para el listado de obras partí de uno que el Colegio de Arquitectos había hecho para una serie de reportajes que se pasaron por la 8TV. Había que quitar todas las que ya habían sido referidas en el volumen de los edificios municipales y luego buscar un argumento para la selección. Ya se habían hecho guías técnicas, libros sobre arquitectos históricos como Cárdenas o Javier Sanz, del «ensanche» como conjunto urbano, además de que había que considerar a quién iba dirigido, el público en general, así que propuse hacer una selección desde un punto de vista popular, no del técnico, con aquellas casa que se conocían por su nombre, el del promotor o que la gente había bautizado. Luego su apellido, simbólico, el arquitecto que lo había proyectado, algo que prácticamente sólo es conocido por las gentes del gremio.

Pepe Álvarez Guerra es el coordinador de este libro que se pone a la venta desde este domingo 21 con La Nueva Crónica
Pepe Álvarez Guerra es el coordinador de este libro que se pone a la venta desde este domingo 21 con La Nueva Crónica. | FERNANDO OTERO

– El libro revela curiosidades muy llamativas –casas con planos secretos, formas inesperadas o usos singulares–. ¿Le sorprendió descubrir alguna especialmente durante el proceso de documentación?
– El libro trata de eso, de ver el edificio desde la normalidad diaria, no de la técnica. Se habla, aunque no demasiado, de su forma y distribución, pero sobre todo de quién lo promovió, quién lo proyectó y de la las cosas que le pasaron unas veces antes, o durante o después de su proyecto, incluso en todo a la vez, normalmente desconocidas o poco contadas, y que muchas veces son las que han terminado dando nombre al edificio. ¿Que si he descubierto cosas durante el proceso? Pues sí. Por ejemplo yo siempre había pensado que la casa «de la Perrona» se llamaba así porque en aquellos tiempos, 1935, un edificio de lujo no había «costado una perrona». Pero resulta que no era por eso. Ni de lejos. Y no ha sido la única  sorpresa. Por cierto, perrona, para los que tienen menos de treinta años es como se llamaba vulgarmente a la moneda de diez céntimos de peseta.

– ¿Qué criterios se han seguido para combinar el rigor histórico y arquitectónico con un enfoque divulgativo accesible para el público general?
– Desde luego se han considerado los dos, pero por ese enfoque divulgativo ha primado la parte histórica, aunque decir «histórica» sea demasiado ampuloso. De hecho, más de uno de los edificios están comentados por sus circunstancias, por lo que ha habido allí, por lo que ha pasado, aunque la construcción en sí ya no tenga relación con ello.

– ¿Qué papel han jugado los arquitectos en la construcción del relato del libro?
– La verdad es que, una vez puesto en marcha el qué, había que plantearse el cómo. Eran una buena lista de edificios que en algunos casos el autor estaba vivito y coleando, en otros no era así, pero vivían descendientes que tenían la misma profesión que su padre o su abuelo. También algunos que ya habían escrito sobre ellos o, incluso, que habían intervenido en reformas o ampliaciones. Así que parecía lo más lógico que ellos mismos escribieran de su experiencia o sus recuerdos. Yo mismo, quizás por ser el más mayor y que más chismorreos y anécdotas tengo, he comentado algunos. Con ese criterio lo siguiente fue convencer a todos profesionales que de alguna manera habían tenido contacto con los edificios, cosa que, tengo que reconocer, fue bastante fácil. Así se ha cocinado este libro que, tal y como se dice en la introducción, es un libro escrito por arquitectos, dieciséis en total, pero que no es para arquitectos, y yo creo que eso se ha conseguido.

– ¿Y las instituciones colaboradoras en esta edición?
– Pues hay que darles las gracias porque hayan hecho posible recordar a la ciudad cómo un buen número de edificios que están ahí, enormes pero casi desconocidos, por mucho que los veamos a diario, aportan a la ciudad algo más que ladrillo y ventanas. Cuando se las propuso esta edición todas estuvieron dispuestas a poner su granito de arena, en financiación y en información. Está claro que sin ellas, habría sido difícil, sino imposible, llevar este barco a puerto. 

Portada de 'Casas leonesas con nombre y apellidos'.
Portada de 'Casas leonesas con nombre y apellido'.

– Desde su punto de vista, ¿qué dice este conjunto de casas sobre la evolución urbana, social y económica de la ciudad de León?
– Cuando estaba en la Escuela de Arquitectura, algún profesor nos dijo que teníamos que ser conscientes de que nosotros íbamos a enseñar a vivir a la gente. Yo creo que es al revés: la gente es la que nos dice cómo quiere vivir y nosotros somos los que les tenemos que dar cumplimiento a esa demanda de la mejor manera posible, aunque no todo esté en nuestras manos. A los usuarios se quedó pequeño el casco antiguo y la ciudad salió fuera, hacia el ferrocarril, que era la modernidad, con diferentes barrios, reflejo de las diferentes capacidades. Todo está relacionado.  

– ¿Cree que los propios leoneses conocen suficientemente el patrimonio arquitectónico cotidiano que les rodea o este libro pretende precisamente despertar esa mirada curiosa?
– La verdad es que andamos por las calles y ni nos damos cuenta de lo que hay a nuestro alrededor. Y si vamos en coche, aún menos. Y no todo es ladrillo, sino también historias y anécdotas. Vale la pena conocer las casas por grandes o pequeña, altas o bajas, espectaculares o sencillas, pero también por su historia o su anécdota.

– ¿Hay alguna casa del libro que, por su historia humana más que por su arquitectura, le resulte especialmente significativa?
– De salida, las casas son para unos un trabajo, para otros un negocio y para la gran mayoría una necesidad mezclada con un deseo, pero, precisamente por lo que son, porque se vive en ellos, en ellos suceden cosas. Por ejemplo, la casa de Arriola, marcada por las desgracias de la familia, o el edificio Roma, con una historia de décadas que retrata la especial manera de ser de su promotor. Y son solamente un ejemplo.

– Este libro se publica en un contexto navideño y popular. ¿Qué tipo de lector imagina que se acercará a ‘Casas leonesas con nombre y apellido’ por primera vez?
– Supongo que mayores de cuarenta años, que son los que más contacto han tenido con lo que se cuenta. Pero a los a los de menor edad, creo que no les vendría mal, porque, muy  probablemente, viven en alguna de ellas.

– Tras coordinar esta obra, ¿se queda con la sensación de que aún quedan muchas historias arquitectónicas de León pendientes de ser contadas?
– Hay más casas y más historias, incluso historias más largas de las que aquí se incluyen. Pero no se trata de hacer un catálogo exhaustivo, sino de un libro fácil de leer. Hasta está impreso con letra grande que es la que necesitamos los mayores. Se ha querido hacer una descripción individualizada, no muy larga, del tamaño de un artículo per iodístico, que fuera fácil de leer. ¿Faltan algunas? Pues sí, faltan, sin duda, y de eso me declaro culpable, pero en algún sitio había que parar, así que, como en la canción «échame a mi la culpa».

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